Friday, May 30, 2008

Jordi


Y llegó Jordi Pujol. Desde luego, una de las cosas que aprendí ayer es que el aspecto tiene poco que ver con el liderazgo y el carisma político. Pujol paseó sus 78 años por la LSE, habló en un inglés casi perfecto (de gramática, que no de pronunciación), con los mismos "tics" que todos conocemos.

Reflexionó sobre los retos de Cataluña en el siglo XXI. Dio un repaso por los logros, problemas y defectos de Cataluña. Fue claro: ni su partido ni él quieren la independencia de España. Tan sólo aspiran a ser reconocidos y controlar algunas atribuciones. Su discurso fue de altura, independientemente de las opiniones que uno pueda tener. Si Carod era un propagandista, radical y sin fondo, Pujol era todo un líder, un político capaz incluso de hacer autocrítica en algún momento. Por ejemplo, admitió que no habían sabido explicar a España ni a sus regiones lo que pretendían, que habían estado distantes y que se habían olvidado de que España no era sólo Madrid.

Su discurso tuvo puntos de humor. Su personalidad le hace brillar y, seguramente, también su cultura: había leído a historiadores como John Elliott, hablaba francés, alemán e inglés (como mínimo) y también demostraba haber visto mucho mundo.

Al terminar el acto, estábamos encantados. Pero fueron pasando los minutos comenzamos a desinflarnos: pensándolo bien, Jordi no dijo nada. Pero sin duda algo más que Carod.

Tuesday, May 27, 2008

Josep Lluis


El 15 de mayo pasado nos visitó en la LSE Josep Lluis Carod Rovira, vicepresidente de la Generalitat catalana. Este post nace con todo el respeto que se merece alguien elegido en unas votaciones democráticas, pero no dejaré de exponer mi opinión.

La figura de un nacionalista que se declara de izquierdas es todo un retrato del estado patético al que ha llegado, en algunas cuestiones, el mundo contemporáneo. La nación y la igualdad entre los hombres son contradictorios: a la hora de gobernar y decidir, ¿qué pesa mas, el individuo o la nación? A no ser que estemos concibiendo las naciones como si de clases sociales se tratase, no entiendo nada; aunque bueno, eso lo explicaría todo.

Algunas pinceladas para situar a los lectores en el acto. Sala lujosa, con unos 60 asistentes. Según me comunica algún investigador amigo, llegó a contar 14 personas pertenecientes al séquito político que provenía de Barcelona. Si a eso le sumamos los alumnos de la sociedad catalana de la LSE y demás asistentes, y tenemos en cuenta que la charla fue impartida en catalán, comprenderemos el poco sentido crítico que tendrían las palabras de Carod en uno de esos "templos de la sabiduría", que diría Unamuno.

Vamos al contenido. O mejor, a lo que no se dijo: no se pronunció en ningún momento la palabra "España", y sí "Estado español". Tampoco se habló de la Comunidad Valenciana, Baleares o Cataluña de forma diferenciada: ni se empleó el término "Países Catalanes", sino "Cataluña" para referirse a todas esas regiones y, oh sorpresas de la geografía, al sureste de Francia ("Cataluña del Norte", fue llamada). También hubo sorpresas históricas: Cataluña tiene 1.200 años de vida cuando, oh ignorante de mí, pensaba que las naciones nacieron en el siglo XIX como fenómeno contemporáneo (Hobsbawm es un ignorante y yo sin saberlo).

El momento estelar llegó con las preguntas. Ninguna cuestionó el discurso homogéneo de Carod. A todo el mundo le pareció bien que Cataluña fuese sólo catalano-parlantes, que la identidad de los catalanes fuese homogénea, que no hubiese diferencias. En un momento dado, crecido ante un público fiel, domado y preparado para aplaudir, Carod afirmó que los "españoles y Madrid somos genéticamente centralistas". Hasta los más fieles se asustaron de sus palabras, pues el jefe del gabinete de prensa se levantó de su silla, se acercó a los periodistas y, apuntándoles con el dedo, les advirtió: "no apuntéis eso, que se ha pasado". En fin, homogeneidad al canto desde un discurso que pide el reconocimiento de su diferencia. Paradojas... o extremos que se juntan en un punto.

Durante la charla, mi amigo Peter, inglés e historiador, no paraba de darme con el codo y, con cara de sorpresa, apuntaba con su dedo a frases e ideas del texto repartido en inglés. Tras el acto, le pregunté qué pensaba. Respondió que le había parecido increíble, pero que también le había sorprendido que nosotros, sentados a su lado, estuviésemos tan indignados. Le comenté que quizá con el problema nacionalista de Escocia el se sentiría igual... y me contestó: "¿y a mí que más de da? Tengo cosas más importantes por las que preocuparme".

Seguramente el discurso homogéneo, victimista y, por qué no decirlo, esencialista del bueno de Carod es importante y consigue sacarme de mis casillas. Pero también es cierto que, a veces, la mejor respuesta es no prestarle atención y verlo en la distancia. El problema es que el nacionalismo, tanto español, catalán o cualquier otro, es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de otros. Pero lo cierto es que causa un hastío... En fin, mañana más: Jordi Pujol cerrará los seminarios.

Friday, May 23, 2008

Rincones secretos de Londres


A veces, para encontrar los "rincones secretos del alma", hay que visitar los servicios de chicas y echar un vistazo a sus muros. Algunas pruebas de ello en un bar londinense:

How do I know if he's the one? Is this love? (¿Cómo puedo saber si el es el chico de mi vida? ¿Es esto amor?)

Love is something you don't get (El amor es algo que no alcanzas)

Open your heart to love to enter (Abre tu corazón para que entre el amor)

Does anyone know what they want to do with their life? I have no idea. What's it all about? (¿Alguien sabe qué quieren hacer con su vida? No tengo ni idea. De qué va todo esto?)

Wednesday, May 21, 2008

Oslo, con suerte



Vivo entre las páginas de los libros y el aire de todo lo que me rodea. No hay tiempo muerto. O trabajo u ocio al 100 por 100. Probablemente este tipo de vida no parezca estable ni relajada, pero confieso que me he acostumbrado... y que seguramente a partir de ahora lucharé para que nada de esto cambie.

Este fin de semana nos escapamos a Oslo (Noruega). Me llevé a mis dos buenos amigos chinos a visitar a mis también buenos amigos noruegos. Como algunos lectores recordarán, ya nos vimos las navidades pasadas, e incluso en marzo en Londres. Prácticamente nos raptaron: debíamos conocer la fiesta del 17 de mayo, la Fiesta de la Constitución, el día nacional de Noruega. Esa era la excusa, pero el fin de semana no ha tenido desperdicio.

Oslo es una capital de provincia, fría, muy cara y muy bien ordenada. Pero a veces hasta en latitudes tan extremas pasan cosas excepcionales. Como que un grupo de noruegos, chinos y un español perdido acaben en un concierto del supremo Nick Cave. Como que en la fiesta de la Constitución nos inflemos de comer un desayuno noruego, español, chino, malayo y centroeuropeo mientras que brindábamos con champán. Y mientras tanto, el inglés, esa lengua tan ajena pero que a todos nos une, borraba las fronteras de países y seres tan distintos. Y también el alcohol, porque las calles de Oslo también estuvieron unidas por la cerveza noruega (e incluso las caipirinhas).

Al día siguiente, hubo tiempo para todo: para superar la resaca, visitar el fiordo de Oslo, el centro, la modernísima Ópera, el peculiar Vigelandspark (que razón tenías Polo), el Hollenkollen, el museo vikingo... o charlar con mi amigo Morten, tal vez la persona que más disfruta con una conversación, una confidencia o un pensamiento sincero.

Dos chinos, un español y muchos noruegos. Mi vida dista mucho de ser normal. Sé que es excepcional, que tengo suerte, mucha suerte.

Tuesday, May 13, 2008

La muerte de un perro


Hay cosas tan importantes en la vida, que al escribir un post como este a uno le tiemblan los dedos. Catástrofes que barren el globo. Injusticias que claman al cielo, al infierno o a cualquiera de los dioses que unen o dividen a los humanos. Por eso, hablar de la muerte de un animal, de un sólo animal, hace que se levante en mí el recelo de la culpa, el sentimiento de ser egoísta, de estar fuera de la realidad y de obviar los problemas que tejen o hacen sufrir al mundo.

Hoy ha muerto mi perra Malena. Algunos indicios me prepararon para el momento en que, en una conversación telefónica al final del día, he tenido conocimiento de ello. Ha sido en una clínica granadina. Las dos mujeres de mi vida tomaron la valiente decisión de interrumpir su vida, de acabar sus días.

Es complicado escribir sobre ellos, explicar la relación que tienen o han tenido con nosotros. Expresar cómo estaban con nosotros día a día, cómo nos han acompañado. Cómo nos miraban, se acercaban buscando una caricia o una mirada cruzada. Cómo esperaban al oirnos llegar y eran sinceros al vernos, agradeciendo nuestra presencia, una caricia, una palabra, un juego, un mimo. Y cómo, todo eso, era tan importante para nosotros.

Son tan poca cosa que pensamos que iban a estar ahí para siempre. Se hacen tan cotidianos que se hacen imprescindibles. Sabemos que llegará el final y, cuando nos viene a la cabeza ese pensamiento, lo apartamos rápidamente, pues quizá no queremos reconocer hasta qué grado nos importan. Nunca he alcanzado a comprender si son importantes porque nos ayudan, por el bien que nos hacen, o porque significan para nosotros mucho más de lo que reconocemos o queremos aceptar. Porque después de todo, somos sus "amos".

Después de todo, creo que sin ellos no sería yo. Gracias a ellos, cuando era niño, comprendí qué era la juventud, que era la vejez y qué era la vida y la muerte. Completaron el significado de palabras como fidelidad, nobleza, simpatía, compañía, alegría o cariño. Y también completaron lo que hemos vivido, pues desde hace mucho, han estado ahí: marcando los días con sus despedidas y sus bienvenidas en la puerta, haciendo que queramos volver a casa, a refugiarnos en ellos y a buscar el entendimiento y la comprensión que a veces nos humanos no nos damos.

Sean lo que fueren, son algo intrascendente para el resto del mundo. Tampoco tienen que cambiar la Tierra. Su pérdida seguramente será anónima salvo para un puñado de hombres, y seguramente, así debe de ser. Pero para esos, para unos pocos, cuando no estén la vida habrá cambiado.

Tuesday, May 06, 2008

Una ventana al lago Michigan


Que la vida no es lineal, que las ventanas del pasado se abren en el momento más inesperado, es algo de sobra conocido. Cuando menos lo esperamos, cuando estamos en el día a día de nuestro plácido y rutinario presente, se abren esas las ventanas de par en par. Porque son ventanas, no puertas: no podemos pasar por ellas, volver a deambular por aquellos días, ver esos espacios, hablar con las gentes que allí dejamos; pero sí podemos asomarnos a su recuerdo, ver una y otra vez lo que recordamos, revivir lo sentido, lo vivido, las alegrías y las penas que todavía hoy marcan a sangre y fuego lo que somos. Valoramos entonces qué ha supuesto aquello que hemos dejado atrás. Lo que no ha merecido la pena, ya sea bueno o malo, se difumina, se pierde, no vuelve a ser comtemplado. Pero lo que es importante, aquello que nos ha hecho lo que somos... retorna una y otra vez, acompañándonos en el hoy y condicionando lo que queremos que nuestro futuro sea. Es entonces, sólo en ese momento, cuando comprendemos en su justa medida lo que nos ha hecho felices e infelices, cuando separamos lo mediocre de lo excepcional, lo gris de lo brillante.

Hoy se ha abierto una ventana a Michigan. La excusa de unas más o menos corrientes fotos de barbacoa me han llevado otra vez allí. Hoy he vuelto a ver la inmensidad del Lago Michigan, su azul sin fin; las dunas blancas de Sleeping Bear Dunes; las casas de madera, idílicas, alzadas a más de metro y medio del suelo para escapar del frío; las sensaciones de andar, ya en manga corta, por las calles de Ann Arbor, por Main St, por Liberty St -la calle donde un día viví-, pasear por los parques, el campus o la biblioteca de la universidad. Y por supuesto, he vuelto a conversar con los amigos que allí dejé, a comunicarnos como solíamos hacerlo: hablando poco pero entendiéndonos más que he logrado entenderme con nadie. He vuelto a revivir las cenas con vino, carne, tabaco de liar y whiskey, a pensar que España y los míos estaban lejos pero que era feliz. Nunca pensé que todo aquello fuese tan importante. Nunca fui consciente: cuando más me alejo, cuanto más distante quedan aquellas noches, más vuelve a mí todo lo que fui y que, ahora, no puedo dejar de ser.