Saturday, August 15, 2009

Pause

Este año ha sido infernal. Volver a una vida normal y estresante, recuperar una vida pasada, insertar una nueva... y todo bajo la celebre fórmula del "mano, parque, paseo" BIEN entendido.
Agotador. Pero llega el momento de una pausa. Se ha anunciado en este mes: viajé a Copenhague con la excusa de un congreso. Tras cumplir los dos primeros días, me lancé a la calle. Todo un día caminando solo por esa estupenda ciudad. Los lugares nórdicos tienen algo especial, como algo escrito entre líneas que, a primera vista, no se puede apreciar. Calles ordenadas y desordenadas, pero siempre limpias. Edificios propios. Barrios hippies con cerveza copyright "Christiania". Bibliotecas enormes, modernas y admirables. Gente educada y menos fría de lo que señalan nuestros estereotipos. Y un estado del bienestar que deja en ridículo al nuestro. Y luego, ese canal prodigioso, donde cruzan los vientos que ordenaban el mar del Norte, ese lugar que robó al Mediterráneo el papel protagonista desde finales del XVI.
Después, Madrid. Cada vez tengo más cosas en contra de esta ciudad.
Pero mañana, vacaciones. Por fin. Galicia. Una vida nueva puesta sobre un verde gallego, acompañada de algo de vino blanco, de buena comida y de un móvil sin cobertura. Queridos lectores, a la altura del 15 de agosto creo que ya tocaba. Quizá les sorprenda con un post con olor a vaca lucense o a ostra de alguna ría... pero creo que este blog queda pausado por vacaciones. Ya me participarán ustedes las suyas.

Monday, August 03, 2009

Mudanza


Mudarse dentro de una misma ciudad tiene algo de extraño. Cambiar de ciudad es cambiar de vida y, quizá por eso, cambiar también de vivienda es algo secundario. Pero vivir en una ciudad de provincias, pequeña, y mudar la casa crea sentimientos raros.

Lectores, he pasado todo un año viviendo en el Albayzín. Un lugar estupendo. Unas vistas maravillosas. ¿Qué mejor antídoto vital tras dos años por el mundo que despertarse con la Alhambra a los pies de mi cama? Pero me he sentido desubicado. Pensaba escribir posts sobre el barrio, sus gentes... y al final no escribí ni uno solo. Quizá la vida me ha devorado. Quizá el trabajo ha sepultado la frescura de este blog, si alguna vez la tuvo.

El viernes pasado concluí la mudanza. Y lectores: mudarse en el Albayzín no es tarea fácil. Gracias a un amigo, empaquetamos todo y lanzamos el coche por San Juan de los Reyes. Tras el imprescindible "toque" en el retrovisor, llegamos al nuevo barrio: el Realejo. Me espera un piso sin amueblar: me ilusiona pues este año he tenido la impresión de seguir viajando, de tener todavía mi vida en una maleta. Quizá haciendo mío este nuevo espacio esa sensación desaparezca y pueda luchar contra la cotidianeidad que me devora.

La despedida del apartamento del Albayzín fue extraña. Mi amigo me conoce bien y me dejó solo. Esperó en el coche. Cuando salía con las últimas cajas, las dejé en la puerta y entré por última vez. Con las luces apagadas, miré desde cada habitación la impresionante vista. Los olores de doce meses de vida desfilaron ante mí. Luego quité las dos llaves de mi llavero. El manojo de llaves pesaba menos, mi casa había dejado de ser mi casa. Arrastré los pies hasta la entrada. Aspiré por última vez y cerré la puerta.