Tuesday, February 23, 2010

¿No vuelvas?


El sábado pasado, 20 de febrero, se cerraron muchas cosas. Después de 23 años, volví al pueblo donde pasé la primera parte de mi infancia: Huelma.

Mi familia y yo dejamos Huelma en 1983. Tan sólo regresé una vez, cuando rondaba los 17, cuando falleció "Beba", la mujer que nos cuidaba a mi hermana y a mí. Desde entonces, aquellos primeros seis años de vida han estado en mí... pero eran sólo recuerdos que, en gran parte, dormían en aquel lugar. Pero decidí volver y encontrarme con ellos.

Huelma es un pueblo pequeño, en la provincia de Jaén. Se esconde a los pies de Sierra Mágina, tratando de escapar a sus vientos y nieves. Llegué sólo y aparqué el coche en el "jardín", una plaza rectangular donde pasábamos gran parte del tiempo. El pueblo se me vino encima. Todo había cambiado. En mis recuerdos, el pueblo era vida, infancia, niños corriendo por las calles, agitación... ahora las calles estaban vacías, aunque muchas guardasen el mismo pavimento de hace casi treinta años. Como símbolo de todo aquello, el "jardín" desierto. El quiosco donde comprábamos chucherías, siempre con cola, cerrado y abandonado. Por fín pude ver, eso sí, la repisa donde atendían... yo también he abandonado hace tiempo el metro de altura.

En mi recuerdo el pueblo era el centro del mundo. Todo lo que estaba fuera de él me resultaba ajeno, y nunca pareció importarme. Pero ahora, las calles y plazas estaban desiertas, su tamaño era testimonial.

Comencé a caminar mi mundo de entonces. Recordaba todo. Pero todo era distinto: las gentes andaban por las calles y me miraban con algo de sorpresa. Dudé si avalanzarme sobre uno de ellos y decir que yo, también yo y mi familia, había vivido en Huelma.

La magia desapareció. El sábado pasado, todo era pequeño y estaba a mi alcance. Recuerdo que, para mí, el Castillo de Huelma era un lugar mítico, que dominaba el pueblo y al que nunca pude subir. El sábado me pareció una mera atalaya, a pocos minutos de la plaza principal. Desde allí, solo, contemplé la comarca. El pueblo pequeño, pasado. Los mares de olivos viniendo hacia mí. Y cada vez más, el crepúsculo encerrando al pueblo y a mi memoria en la ladera donde están asentadas.

También subí al "barrio". Era el lugar donde vivía Beba, una persona de origen muy humilde y, seguramente, de las que más me han querido. Hoy sé que los amigos de mis padres criticaban que estuviésemos con ella y que pasésemos las horas en el barrio jugando con los niños. Entonces no lo sabía. Pero en aquellas empinadas calles, en aquella ladera apartada del centro del pequeño pueblo, conocí la pobreza y la injusticia derivada de un pasado impuesto. Pero fue allí donde he sido más feliz. Allí empezó todo lo que soy.

Antes de marcharme, busqué nuestra casa. Recordaba, no sé por qué ni cómo, que estaba en la calle "18 de julio"... otra premonición de mi futuro. No me costó demasiado encontrarla: pero ahora se llamaba "1 de mayo". Mirar la casa donde uno ha vivido es mirar a su propio pasado: porque se ha vivido en él y no volverá. Antes de subirme al coche, eché un último vistazo al balcón desde el que despedí a mi abuelo, cuando marchaba a Alicante, la última vez que lo vi. Allí, de pie, me di cuenta entonces de un pequeño detalle: la casa estaba en venta.

Thursday, February 11, 2010

Los Quero: la historia en los márgenes


A veces pienso que, de no tener el trabajo que tengo, me ahogaría. Creer y disfrutar de lo que uno hace puede llenar una vida: el tiempo se acaba y, la única fórmula de luchar contra él es intensificar los días, escoger caminos difíciles y carreteras secundarias.

La historia de los hermanos Quero es un mito en Granada. Estos granadinos eran gente corriente, albayzineros en los años de la II República. Fueron reclutados por el ejército republicano y, durante la guerra civil, apenas participaron en alguna acción aislada en la zona de Diezma (Granada). Después, la guerra civil acabó: un par de ellos fueron denunciados y encerrados en un campo de concentración. Ante los rumores (y certezas) de los fusilamientos, lograron huir. Habían pasado al otro lado. El resto de los hermanos lo terminó haciendo poco después, presionados por la represión del franquismo, por sus interrogatorios y su violencia cotidiana. Pero poco a poco, "Los Quero" construyeron un mito en Granada. Eran hombres del pueblo, gentes con los que muchos se identificaban. Se hicieron célebres por sus acciones espectaculares llevadas a cabo, en pleno centro y a plena luz del día, en la ciudad de Granada. Se creó un mito alrededor de ellos. Hasta que, poco a poco, fueron cayendo, acorralados y asfixiados por un régimen que lo inundaba todo.

Toda esta historia está recogida en el libro que Jorge Marco ha escrito sobre ellos. Un rescate del pasado, de los protagonistas de una historia en los márgenes. Ayer fue la presentación en la Biblioteca Social Hermanos Quero y, hoy, lo será en la Casa de los Tiros de Granada. Lo sucedido ayer fue conmovedor. La familia, el libro, el autor y todos nosotros reunidos allí. La historia y la memoria cara a cara, hablándose. Los Quero y su leyenda también estaban con nosotros. Anoche, después de hablar con ellos, los muertos pudieron descansar en paz y dejaron de visitarnos. También lo hicimos nosotros.

Tuesday, February 02, 2010

Préstamos



Siempre tiene que haber una primera vez. Hoy me ha tocado a mí.
Llegué temprano al banco. Tras los 15 minutos de rigor (las empleadas de banca también desayunan), nos sentamos en la mesa. Comenzaron las preguntas para valorar si el préstamo, no demasiado grande en cantidad, me era concecido. Preguntas que desarmaban mi actual vida: ingresos netos, propiedades, si vivo en casa de mis padres, si vivo de alquiler, si estoy casado, si tengo hijos, si tengo pensado formar una familia... Es como si, para evaluar tu vida, rellenases un formulario confesando todas estas cuestiones personales a cambio de un dinero con intereses.
Supongo que es el negocio bancario que, más en tiempos de crisis, radiografía lo que eres y quieres ser para no dar el patinazo. Pero es curioso cómo la "ideoneidad" para un préstamo quizá no coincida con la "idoneidad" que uno quiere para sí. Paradojas del hombre del siglo XXI.