Thursday, May 06, 2010

El final: SIEMPRE

Me tiemblan las manos al escribir esta entrada. Quizá porque es la última.
Comencé este blog después del verano del 2006, como una carpeta de viaje, donde dejase rastro de todo lo que me sucedía. Empecé de forma descriptiva, pero poco a poco los post se fueron haciendo más personales. Me fui encontrando cómodo. Hoy han pasado casi cuatro años y llega a su fin.
En este tiempo, he ensanchado el mapa de mi vida. Volé hacia el oeste y, en tierras frías, me refugié en gente que ya es parte de mí: creo que fue allí cuando tuve por primera vez la sensación de estar haciéndome mayor.
También estiré mi mapa hacia el norte. Habité la ciudad de la lluvia, la ciudad-mundo de Europa. Cada día era una sorpresa, una tentación y una ventana al futuro y a una libertad que nunca se termina de alcanzar.
También pisé Madrid, esa tierra traicionera que pintan en el centro de España pero que, en realidad, es más castellana que manchega, más realista que idealista. Pero allí encontré mi norte.
Y volví a Granada. Pasé un año aquí, sin estar aquí. Alguien me susurró al oído entonces: "te estás haciendo mayor".
Este año he regresado otra vez a Granada. Ya para quedarme. Me tengo a mí, es cierto. Pero también tengo todo lo visto, oído, olido, sentido y hablado durante este tiempo. Todo ello me pertenece, igual que pertenece a todos los que lo han compartido conmigo.
Dejadme que, para terminar, haga una última confesión, quizá algo obvia: en un blog no se cuentan todas las historias. Como en el cine, hay tomas falsas, escenas que no llegan a rodarse aunque se piensen. Y también hay censuras. Son esos cortes que nunca vieron la luz, que nunca compartí con nadie y que quedan en mi mente. Son lo más íntimo y lo más auténtico.
Dentro de unos años, cuando me siente frente a la pantalla de mi vida por última vez, quiero recordar esas secuencias. Quiero emocionarme entonces viendo una película secreta, sin guión, desordenada, que nunca ha sido proyectada para nadie, porque ha estado esperando a mis últimos minutos de vida, dormida en unos rollos de película que, entonces, se quemarán y desaparecerán para SIEMPRE.

Tuesday, April 27, 2010

Jerusalem, palestina

Aunque rebase la treintena, todavía soy tan ingenuo en pensar que quienes tienen la cultura, el dinero y las armas tienen más responsabilidad en todo conflicto.

La Jerusalem palestina es cada vez más pequeña. Cada vez más pobre. Quien vive en ella está marcado para siempre: incluso un turista, cuando va a abandonar el país, puede tener complicaciones si ha pasado sus días en un barrio palestino en lugar de en un lujoso, apartado e inocuo hotel de la zona judía, como pude comprobar personalmente.
La separación entre la Jerusalem judía y palestina es espectacular. Se hace especialmente visible en una avenida que parte de la ciudad antigua y lleva a Tel Aviv. A la izquierda, el barrio judío... como comenté en otro post, impoluto y moderno; y a la derecha, el barrio palestino cubierto de su pobreza cotidiana. La percepción es el mejor juez: curiosamente, para incorporarse a esa vía desde el barrio judío, los conductores disponen de un cómodo semáforo en verde durante casi dos minutos; para hacerlo desde la palestina... dura 7 segundos exactos.

Fuimos a la mítica ciudad de Hebrón, en la zona palestina. Hasta llegar allí, vimos cómo el "muro de la vergüenza" surcaba caprichosamente el país. También los asentamientos judíos, establecidos desde hace décadas en un territorio que, según la ONU, no es el suyo. El caso extremo es la bíblica Hebrón. Emplazada en Cisjordania, viven en ella unos 160.000 palestinos... y 600 judíos asentados en el centro de la ciudad. Por supuesto, esta convivencia no es apacible. El centro histórico, antes un mercado floreciente, está ahora casi hundido. En nuestro 'paseo', unos pobres niños palestinos trataban de vendernos, sin ninguna convicción, llaveros con banderas palestinas de baja calidad. Entramos en una casa palestina poblada por la miseria. También subimos a la terraza: vimos entonces algunas azoteas con banderas israelíes y soldados apostados. Algunas calles del mercado estaban cubiertas con tela metálica repletas de desperdicios: según nos dijeron, los palestinos optaron por proceder así para evitar que, desde arriba, los colonos judíos les lanzasen objetos.

Tras nuestra visita a la casa palestina, bajamos otra vez al mercado. Entonces, lo que vimos fue sorprendente: un grupo de unos veinte judíos-turistas, rodeados del mismo número de soldados israelitas, armados hasta los dientes. Las palabras del guía nos dejaron helados:
"¿Veis esa casa? Tiene la típica arquitectura israelita. Sin embargo, ahora vive ahí una familia palestina. No podemos tolerar eso. ¡NO A LA INVASIÓN PALESTINA DE ISRAEL!". En ese momento, todos empezaron a aplaudir. La cara de los palestinos, frente a frente, ni siquiera era de odio, sino más bien de resignación. Mientras tanto, un amigo noruego preguntaba a uno de los turistas que simulaba no conocer el inglés (la lengua en la que le hablaba su propio guía): "¿cómo se siente uno haciendo turismo con un ejército?"

También estuvimos en Ramallah, la "capital" Palestina. No debe ser muy distinta a Bagdad: urbanismo caótico, malas carreteras, pobre iluminación, edificios en mal estado. Ahora sí: la tumba de Yasser Arafat era moderna y aseada. Esa noche comimos el mejor Kebab que hemos probado en nuestra vida. Pero también pasamos uno de los controles más difíciles: el paso entre Ramallah y Jerusalem. Admito que todos nos pusimos un poco nerviosos.

No es muy difícil llegar a la conclusión que el conflicto palestino-israelí no tiene solución. Para eso no hace falta cruzar el Mediterráneo. Pero, sin sublimar a ninguna de las partes, viajando por aquellas tierras uno comprende que es un conflicto desigual. También comprende que, en la historia, los vencidos pueden transformarse en vencedores.

Saturday, April 17, 2010

Jerusalem, judía


Si alguien quiere comprobar que la historia importa, sólo tiene que mirar al pueblo judío. El pasado que lleva a cuestas este pueblo quizá es el más terrible del que ningún grupo humano haya tenido que soportar. Abandonarían Israel tras la enésima sublevación y la llegada del enésimo supuesto mesías, forzados por los romanos a una diáspora eterna. Después deambularon por el mundo manteniendo su identidad siglo tras siglo, a pesar de avatares diversos. Sobrevivieron a la II Guerra Mundial, pagando un alto precio, pero fueron tan fuertes que lograron sobreponerse al exterminio más feroz de todos los tiempos.

Pero cuando uno los ve viviendo en sus barrios de Jerusalem, paseando por sus calles, muchos con sus trajes propios de ortodoxos, otros con sus rifles por las calles o sobre los tejados, a uno le asaltan varias preguntas. La historia sirve... pero, ¿para qué? La historia nos ha enseñado, por ejemplo, que el nacionalismo es un invento, que los pueblos nunca son puros, pues el tiempo se encarga de mezclarlos con todo lo que encuentran a su paso. También nos ha enseñado que ninguna tierra pertenece a nadie: sencillamente, porque antes de estar ellos allí, existieron otras culturas o religiones. Y uno pensaba que la historia también servía para aprender, para ser lo suficientemente sensible para no convertir la justicia en una mera vuelta de tortilla.

Viajar por Israel merece la pena. Lo primero que salta a la vista es la heterogeneidad, casi opuesta, de los propios judíos: en Tel Aviv la apertura moral supera (no es difícil) a la de Granada; pero en Jerusalem se cruza uno con familias y autobuses de judíos ortodoxos, con sus trajes negros, sus trenzas y barbas, con su mirada perdida y esquiva; gentes que quizá nunca se han dado la oportunidad de hablar o sentarse a comer con alguien que no comparta su religión.

Pero hay otra cosa que sorprende al viajar a Israel: no nos han contado toda la verdad. La segregación entre palestinos y judíos es casi total. La Jerusalem judía es la de los barrios nuevos, las calles limpias, con papeleras, comercios y centros comerciales... la Jerusalem palestina... esa es otra Jerusalem.

Si viajamos a la zona palestina, vemos entonces los asentamientos judíos, establecidos hace décadas o incluso en estos días. Se levantan en el territorio palestino reconocido por la ONU, y son el pretexto para que Israel ejerza su soberanía donde no hay estado soberano, realice los controles que estime oportunos y a quien estime oportuno y, por supuesto, levante el muro de la vergüenza. Al fin y al cabo, como muchos piensan, aquella tierra les pertenece desde los tiempos de Moisés. ¿Estaba desierta cuando sonaron las trompetas de Jericó y Josué cruó el Jordán? Cuando religión, nación y etnicidad van de la mano, pocas soluciones son posibles y, aquí de forma interesada, parece no haberla.

Monday, April 05, 2010

Jerusalem, cristiana

Ser cristiano y visitar Jerusalem se antojaba como algo especial. Confieso que viajaba expectante de lo que allí encontraría y, sobre todo, de los sentimientos que podrían agitarse en mí. Y todo, en un momento en el que la Iglesia queda salpicada por delitos de pederastia y servidor, para qué engañarnos, no se encuentra en el momento más fecundo de su fe.

La Jerusalem cristiana es la tercera ciudad, la menos importante, la minoritaria. Para los europeos, acostumbrados a pensar tan eurocéntricamente, esta es la primera sorpresa que se alza ante uno cuando cruza los muros de la "Ciudad Santa". El segundo es que la historia de Jesús queda desmitificada: la ciudad era de mucho menor tamaño que la que hoy está resguardada bajo sus murallas; por ejemplo, el Gólgota y el Santo Sepulcro se encuentran dentro de los muros medievales que vemos hoy. La tercera es que, paradójicamente, la historia de Jesús se hace más grande o imponente: fuese o no hijo de Dios, ese hombre dejó una impronta única en la historia, en un momento en el que aquellos de su clase pertenecían sin remedio a los olvidados y a los hombres sin historia.

Pero empecemos por el final: la Basílica del Santo Sepulcro guarda el lugar donde fue crucificado y enterrado Jesús. Visitarlo levanta pena y desconcierto. Y no tanto por la muerte de Jesús, sino por la actitud de los cristianos dentro del templo: se arremolinan en torno a las capillas, las rocas, los exvotos... tocan de forma compulsiva y emocionada los objetos, restriegan sus prendas y pañuelos contra la roca originaria, golpean sus cabezas y aprietan sus manos contra todos los objetos que consideran sagrados. Viendo todo aquello, tan cerca de tantos pasajes bíblicos, venía a la mente la expulsión de los mercaderes del templo de Jesús, y por qué no decirlo, la falta de una fe más centrada en el contenido y en los valores cristianos, y menos en ritos cuasi-animistas. Y digo esto porque el problema planteado en Israel-Palestina es como para pensar un poco más allá.

El Monte de los Olivos sí es un lugar especial. Fuimos a la tarde. Desde allí se vislumbraba la ciudad de Jerusalem. Emocionante: asistimos a un atardecer lento y reposado, que dejaba poco a poco la ciudad en penumbra.
Y Belén. El lugar de nacimiento de Cristo está a unos siete kilómetros de Jerusalem. La Basílica de la Natividad no impresiona demasiado, aunque conserva la gruta donde la familia de Jesús se cobijó aquella noche. No obstante, estar allí para mí sí fue especial. Sentado en el altar mayor de la iglesia, hablando con mi amigo Morten llegué a la conclusión que lo más interesante, lo más cercano a la pobreza y a todo lo que quiere representar el cristianismo, estaba fuera de los muros de Jerusalem, de los circuitos turísticos. Para llegar a la basílica de Belén, habíamos tomado un autobús de línea. Una vez en el pueblo, subimos a un taxi. Comenzamos a hablar con el taxista palestino... que nos llevó al muro que, después de la 2ª intifada, habían levantado los israelitas alejando a los palestinos de todo. Vimos entonces la pobreza y la desesperación de muchos palestinos, fuera siempre de los circuitos turísticos. Quizá por eso, al visitar la Basílica del Santo Sepulcro varios días después, me pregunté por el papel que los cristianos jugábamos en todo aquello. Pero hablar de todo eso requiere otra entrada distinta de este blog.

Wednesday, March 31, 2010

Jerusalem, day one


Unas lineas rapidas desde Jerusalem, escritas en un ordenador noruego (como prueba, simbolos raricos: ø Ø æ Æ). Llegamos de madrugada al aeropuerto de Tel Aviv. Despues de un laaaaaaaaargo control de pasaportes, tomamos un microbus hasta Jerusalem: tras pasar por campos verdes, llenos de trigo, subimos a Jerusalem.

Esta ciudad es impresionante. Lo que llama mas la atencion, por supuesto, son las religiones, que son a la vez culturas y formas de vida. Estamos en el barrio palestino de la ciudad, justo al lado del centro; todo es tranquilo.

La ciudad esta dividida de forma clara entre hebreos y palestinos. Los barrios de los primeros son cosmopolitas, con aceras cuidadas, bien pavimentadas, llenos de comercios occidentales. Los barrios palestinos estan descuidados, con un asfalto y unas aceras bastante deficientes.

Jerusalem es pequegna. Las religiones se han ocupado de hacerla crecer mucho mas de lo que es, al menos a nuestros ojos. Aqui, de momento, el cristianismo ocupa el tercer lugar.

Ayer visitamos el muro de las lamentaciones. Supuestamente, es el lugar donde el pueblo judio llora la perdida de su templo, antagno centro de su religion, y tambien los agnos dorados de David y Salomon. No se permite pasar a las mujeres, que tienen que rezar en un lugar mas apartado. Las paradojas de la religion: hombres infieles como nosotros tocando el muro, caminando junto a los rezos y plegarias de los judios... mientras que las mujeres judias, nunca podran hacerlo.

Queda mucho por ver. Hoy vamos a Belen, y queremos visitar los lugares mas relacionados con Jesus. Ayer cerramos el dia con una cena palestina, alignada por cerveza y la presencia multinacional de fineses, noruegos... y por supuesto espagnoles. Saludos a occidente desde la ciudad de las tres religiones, origen de un mundo dividido?.

Sunday, March 28, 2010

España, Granada, hoy


El otro día un amigo, hablando de Granada (¿o lo hacía de España?), me dijo: "Esta ciudad es carne de dictadura". Pase lo que pase, afirmaba, todo seguirá igual, nadie alzará la voz, nadie se comprometerá con nada, nadie romperá la "concordia" de lo cotidiano. En esta ciudad, donde la belleza, la luz y los olores te arrinconan, también lo hace el hedor de lo mediocre, del cacicato independiente de todo lo que nos rodea. Como decía José Luis Gómez en una película sobre Lorca, aquí no tuvimos cojones ni a reconocer que matamos al poeta.

Y mientras tanto... España. En esta semana asistimos a cómo se anulan las escuchas de unos golfillos madrileños de la Gurtel, estafadores en negro y en todos los colores, en aras a preservar la calidad procedimental de su proceso judicial. También hemos atendido a cómo un señor repeinado, mallorquín, se pasea sonriente con su maletín entrando y saliendo de un juzgado; reconoce haber pagado en negro parte de su palacio, y escuchamos atónitos a algunas cifras relativas a su patrimonio e ingresos declarados. Y mientras, los periodistas colocan su micrófono ante los políticos cotidianos que, ejerciendo su libertad de expresión, parecen no tener nada que comentar a tan nimios asuntos y que tan poco importan a los ciudadanos de hoy. Como tampoco parecía importar a los ciudadanos la memoria histórica, y que un juez vaya a ser sentado en el banquillo, paradojas y piruetas de nuestra inmaculada democracia, por obra y acusación de grupos ultraderechistas que nunca fueron juzgados. Y mientras tanto, nosotros mirando al tendido, en lugar de hacerlo a la lidia. En fin, el lector puede pensar que quien escribe esto lo ha tomado hoy con las derechas: en ese caso, le ruego disculpe este proceder... pues escribir algo sobre las izquierdas de hoy haría este post interminable.

Pesimismos aparte, e inspirado por otro sensualista, acabemos con las palabras de otro poeta:


'De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar contra sus demonios
quisiera terminar con esa historia
de ese país de todos los demonios'

Thursday, March 18, 2010

Sol, solis


Soh en Graná / Sol en Granada / Sole en Granada / Le soleil en Granada / Sun in Granada / Sonne in Granada / Sol em Granada...

Sunday, March 14, 2010

Cosas por decir... cosas que no debías haber dicho

Queridos lectores... llevo varios días con una pregunta rondándome la cabeza. Espero que puedan ayudarme a resolverla o, por lo menos, me ofrezcan su opinión. Antes de lanzarla, es preciso leer antes los siguientes razonamientos explicativos previos:

1. Dejar cosas por decir. Es terrible. Cuando una conversación o una realidad no nos favorece, volvemos a ese momento en el que, en teoría, se produjo el desenlace. Pensamos entonces que quizá quedaron cosas por decir, sentimientos que dar a conocer y que, supuestamente, hubiesen creado una realidad diferente a la que hoy atesoramos. Pero además, el sentimiento puede ser incluso peor: no es ya la voluntad de cambiar lo que se tiene lo que aprieta el pensamiento, sino la necesidad de hablar para sacar algo fuera y quedar en libertad.

2. Decir cosas que no debías haber dicho. También es terrible. ¿Hablar demasiado compromete? A veces, tiene uno la impresión de que expresar de forma incorrecta algo puede tener funestas consecuencias. Pensamos entonces que quizá era mejor el silencio, no comprometerse: porque las palabras pueden ser mal comprendidas (y expresadas), pero también vinculan para toda una vida, tanto para el que las proncuncia como para el que las escucha.

Y ahora bien, caros lectores... ¿qué es peor... quedarse con cosas por decir o decir cosas que no debían haberse dicho? Es difícil, porque a veces el silencio tiene una potencia salvadora para uno mismo y para los demás. Puede ser el caso de esos posts guardados en el "borrador", que nunca serán colgados hasta que se responda, en lo más íntimo, a esa pregunta que últimamente no alcanzo a responder.

Tuesday, February 23, 2010

¿No vuelvas?


El sábado pasado, 20 de febrero, se cerraron muchas cosas. Después de 23 años, volví al pueblo donde pasé la primera parte de mi infancia: Huelma.

Mi familia y yo dejamos Huelma en 1983. Tan sólo regresé una vez, cuando rondaba los 17, cuando falleció "Beba", la mujer que nos cuidaba a mi hermana y a mí. Desde entonces, aquellos primeros seis años de vida han estado en mí... pero eran sólo recuerdos que, en gran parte, dormían en aquel lugar. Pero decidí volver y encontrarme con ellos.

Huelma es un pueblo pequeño, en la provincia de Jaén. Se esconde a los pies de Sierra Mágina, tratando de escapar a sus vientos y nieves. Llegué sólo y aparqué el coche en el "jardín", una plaza rectangular donde pasábamos gran parte del tiempo. El pueblo se me vino encima. Todo había cambiado. En mis recuerdos, el pueblo era vida, infancia, niños corriendo por las calles, agitación... ahora las calles estaban vacías, aunque muchas guardasen el mismo pavimento de hace casi treinta años. Como símbolo de todo aquello, el "jardín" desierto. El quiosco donde comprábamos chucherías, siempre con cola, cerrado y abandonado. Por fín pude ver, eso sí, la repisa donde atendían... yo también he abandonado hace tiempo el metro de altura.

En mi recuerdo el pueblo era el centro del mundo. Todo lo que estaba fuera de él me resultaba ajeno, y nunca pareció importarme. Pero ahora, las calles y plazas estaban desiertas, su tamaño era testimonial.

Comencé a caminar mi mundo de entonces. Recordaba todo. Pero todo era distinto: las gentes andaban por las calles y me miraban con algo de sorpresa. Dudé si avalanzarme sobre uno de ellos y decir que yo, también yo y mi familia, había vivido en Huelma.

La magia desapareció. El sábado pasado, todo era pequeño y estaba a mi alcance. Recuerdo que, para mí, el Castillo de Huelma era un lugar mítico, que dominaba el pueblo y al que nunca pude subir. El sábado me pareció una mera atalaya, a pocos minutos de la plaza principal. Desde allí, solo, contemplé la comarca. El pueblo pequeño, pasado. Los mares de olivos viniendo hacia mí. Y cada vez más, el crepúsculo encerrando al pueblo y a mi memoria en la ladera donde están asentadas.

También subí al "barrio". Era el lugar donde vivía Beba, una persona de origen muy humilde y, seguramente, de las que más me han querido. Hoy sé que los amigos de mis padres criticaban que estuviésemos con ella y que pasésemos las horas en el barrio jugando con los niños. Entonces no lo sabía. Pero en aquellas empinadas calles, en aquella ladera apartada del centro del pequeño pueblo, conocí la pobreza y la injusticia derivada de un pasado impuesto. Pero fue allí donde he sido más feliz. Allí empezó todo lo que soy.

Antes de marcharme, busqué nuestra casa. Recordaba, no sé por qué ni cómo, que estaba en la calle "18 de julio"... otra premonición de mi futuro. No me costó demasiado encontrarla: pero ahora se llamaba "1 de mayo". Mirar la casa donde uno ha vivido es mirar a su propio pasado: porque se ha vivido en él y no volverá. Antes de subirme al coche, eché un último vistazo al balcón desde el que despedí a mi abuelo, cuando marchaba a Alicante, la última vez que lo vi. Allí, de pie, me di cuenta entonces de un pequeño detalle: la casa estaba en venta.

Thursday, February 11, 2010

Los Quero: la historia en los márgenes


A veces pienso que, de no tener el trabajo que tengo, me ahogaría. Creer y disfrutar de lo que uno hace puede llenar una vida: el tiempo se acaba y, la única fórmula de luchar contra él es intensificar los días, escoger caminos difíciles y carreteras secundarias.

La historia de los hermanos Quero es un mito en Granada. Estos granadinos eran gente corriente, albayzineros en los años de la II República. Fueron reclutados por el ejército republicano y, durante la guerra civil, apenas participaron en alguna acción aislada en la zona de Diezma (Granada). Después, la guerra civil acabó: un par de ellos fueron denunciados y encerrados en un campo de concentración. Ante los rumores (y certezas) de los fusilamientos, lograron huir. Habían pasado al otro lado. El resto de los hermanos lo terminó haciendo poco después, presionados por la represión del franquismo, por sus interrogatorios y su violencia cotidiana. Pero poco a poco, "Los Quero" construyeron un mito en Granada. Eran hombres del pueblo, gentes con los que muchos se identificaban. Se hicieron célebres por sus acciones espectaculares llevadas a cabo, en pleno centro y a plena luz del día, en la ciudad de Granada. Se creó un mito alrededor de ellos. Hasta que, poco a poco, fueron cayendo, acorralados y asfixiados por un régimen que lo inundaba todo.

Toda esta historia está recogida en el libro que Jorge Marco ha escrito sobre ellos. Un rescate del pasado, de los protagonistas de una historia en los márgenes. Ayer fue la presentación en la Biblioteca Social Hermanos Quero y, hoy, lo será en la Casa de los Tiros de Granada. Lo sucedido ayer fue conmovedor. La familia, el libro, el autor y todos nosotros reunidos allí. La historia y la memoria cara a cara, hablándose. Los Quero y su leyenda también estaban con nosotros. Anoche, después de hablar con ellos, los muertos pudieron descansar en paz y dejaron de visitarnos. También lo hicimos nosotros.