Monday, January 25, 2010

Fotos de niños que miran al cielo


Las fotografías de la infancia siempre me han parecido especiales. Capturaban nuestra juventud, esos ojos que miraban al cielo, como lo hacían al futuro, ya entonces con un manojo de sueños y esperanzas en lo venidero. Y nada, nada, hacía pensar lo que nos esperaría, los fantásticos o trágicos momentos que nos aguardaban. La vida es tan inesperada que a veces no teníamos capacidad para soñar algo... porque pensábamos que no existía. Nuestra inocencia era tan grande que pensábamos que las desgracias eran algo ajeno y que, en el peor de los casos, afectarían a algún ser querido y nunca a nosotros.

Cuando, con nuestras espaldas cada vez más marcadas, nos asomamos a esas fotografías, el pasado, el presente y el futuro se unen en esos ojos que miran al cielo. Son los mismos. Y son ellos los que unen todo lo que hemos sido, todo lo que hemos vivido, pero también todo lo que nos espera. Es una sensación rara verse tan niño, tan débil, con todo por hacer... pero repleto de esperanza y de sueños. Después, todo nos cambia, la realidad hace que miremos ya frente a frente y sigamos caminando hacia donde nos lleven nuestros cuerpos.

Quizá dentro de unos años todavía este blog esté colgado en alguna parte. Quizá entonces lea este post y me parezca aún demasiado positivo; o quién sabe, quizá no acierte a leerlo porque estoy otra vez mirando al cielo.

Monday, January 18, 2010

Para dormir bien


Supongo que escribir algo sobre la tragedia de Haití está fuera de lugar. O al menos, hacerlo desde mi torre de marfil, de todo lo que tengo, sea lo que sea: porque al menos tengo algo. Seguramente también está fuera de lugar compadecerse de todo lo que está ocurriendo allí.

Está fuera de lugar escribir y leer sobre un desasastre de esa magnitud, porque todo lo que se expresa o piensa parece hueco, inútil. Cuando un país se hunde bajo tus pies, seguro que dan ganas de abandonar la vida o, cuanto menos, desear abandonar un territorio donde la desgracia es la norma, dejarlo desierto y no volver jamás. Se podría clavar entonces un cartel que diga: "Aquí hubo una vez un país, Haití, que tuvo por condena la miseria".

Pero no serviría de nada. El terremoto en todo esto es la punta del iceberg, lo que nos hace mirar a ese mundo donde en teoría, salvo estas catástrofes puntuales, parece que no pasa nada. Esos habitantes de la antigua Haití marcharían a otro lugar, pero conseguirían poco: la miseria, el hambre y la injusticia llena el mundo, lo mismo que nosotros tenemos llenos los bolsillos o la despensa llena... o este ordenador donde, paradojas de la vida, lavo mi conciencia. Ahora puedo irme tranquilo a la cama y dormir.

Saturday, January 02, 2010

Espacios del pasado (y para el nuevo año)


En Madrid hay un algo que, a veces, pasa desapercibido. Madrid creció sobre todo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Después, sus calles comenzaron a llevar nombres de políticos liberales que ya casi nadie recuerda, pero también de espadones románticos cómodamente asentados en el urbanismo de la ciudad castellana. También encontramos monumentos de ese pasado, como el de esa llama a los caídos en el 2 de mayo de 1808 en el Paseo del Prado, o ese héroe de la guerra de Cuba ('El Cascorro'). Pero si algo cambió esta ciudad, a la vista de lo que hoy puede contemplarse, fue el franquismo. Durante la larga dictadura la ciudad creció más que nunca; y durante esos día el régimen dejó buen rastro de su presencia. Es cierto que hoy han desaparecido calles como la Avenida del Generalísimo o General Mola, pero quedan otras como General Varela, Orgaz, Moscardó, etc.

Más allá de debates de la memoria histórica confieso que, bien mirado, prefiero que estos rastros queden. Y también que marquen el contraste con el mundo que sigue o que todavía es.

En la Plaza de Castilla hay un monumento franquista. Es el monumento a José Calvo Sotelo, político de extrema derecha asesinado el 13 de julio de 1936. Ni que decir tiene que la muerte de este señor, antiguo ministro de la Dictadura de Primo de Rivera, no es motivo para alegrarse. Pero a pocos se le escapa el carácter antidemocrático y violento de sus discursos parlamentarios. Lo más curioso es que hoy este monumento convive con otros dos que entonan la "modernidad" de Madrid. Uno son las "Torres Kio", repletas de oficinas de alto standing y símbolo de un macro escándalo de corrupción de nuestro brillante progreso. También son conocidas como "Puertas de Europa". El otro es el "Obelisco de Calatrava": un gran pináculo ostentoso y dorado de casi 100 metros de altura, donado por un banco al "pueblo", situado entre el monumento de Calvo Sotelo y las dos Torres. Qué generosidad.

Caen los años en nuestras vidas. Los espacios, los nombres de las calles y los monumentos se solapan con nuestros días. Pero los significados, a veces, cambian poco. El otro día volvieron a programar "El Día de la Bestia" en televisión. En el final de la película, aparece un plano impresionante con las dos torres, incluyendo también el monumento a Calvo Sotelo. En el coloquio, le preguntaron a Álex de la Iglesia por qué rodó el nacimiento del Anticristo en las Torres Kio. El director respondió: "Porque era el templo del mal, y creo que sigue siendo el templo del mal (risas)". Independientemente de lo provocador de su afirmación, los espacios, así mirados, dicen mucho más de lo que oficialmente quieren decir.
(Este post le debe mucho a los trabajos de mi amiga Megan Saltzman)