Thursday, March 05, 2009

Bacon


Las pinturas de Bacon no dejan indiferente. Pasearse por una de sus exposiciones es como recorrer los acantilados de la vida. Sus figuras se estremecen, se desintegran, sus colores y sus pinceladas se desintegran. Sus personajes están atravesados por algo que nos hace hombres, que nos hace iguales, que nos une para siempre: el paso del tiempo, nuestro deambular hacia la muerte.

Lo que somos no tiene nada que ver con lo que creemos que somos. Mucho menos con aquellos que los demás creen que somos. Todos escondemos un miedo que nos anima, un mundo que nos lanza contra nuestros planes, nuestros proyectos y, lo más triste, contra unos sueños que quedan rotos. Y sonando de fondo, cual música de supermercado, el tiempo que se acaba. Mientras tanto, nos levantamos día tras día, nos agarramos a la silla de lo cotidiano y gritamos ante lo que vemos ante nosotros.

Tú, lector, puedes pensar que hay muchos motivos por los que sonreir en la vida. Puede que estés en lo cierto. Pero nada, comprendelo, nada, puede evitar que, mientras que yo escribo y tú lees, todos caminemos hacia el final mientras nuestro aullido se pierde en la raya eterna del tiempo.

3 comments:

Anonymous said...

La destrucción de la forma, de la dualidad, de la transparencia física, nos redime del pensamiento platónico. Tendemos hacia una plenitud que no creemos.

Un abrazo, Dr J.

Anonymous said...

¿A qué viene esa angustia vital?

N said...

Querido escritor: yo me alegro de sumarle días a la vida y vida a los años. Y aunque nos destruyamos, quedará un camino hecho, que no es poco.