Tuesday, April 29, 2008

Si toleras esto... / If you tolerate this...

La memoria y la historia golpean la una en la otra, como las olas del mar en la interminable playa del tiempo.

“Si toleras esto, tus hijos serán los siguientes”. Esa es la respuesta que, un humilde campesino galés le dio al cantante y compositor de los Manic Street Preachers a su pregunta: ¿Por qué dejaste a tu familia, tu casa, tu tierra y fuiste a luchar como voluntario a España? Esa respuesta, que da título a esta canción sobre la guerra civil, siempre me había parecido llamativa. Sabiduría campesina, sentido común del hombre pegado a la tierra y a lo que más quiere, coraje en movimiento. Un día, en un libro vi un cartel dirigido a reclutar voluntarios para la defensa de la República: “If you tolerate this, your children will be next”. Este descubrimiento, pecado de historiador, no invalida poner en juego una vida por algo en lo que se cree.

Fueron muchos los que viajaron a España para ayudar a la República frente a los sublevados. Algunos de ellos célebres: George Orwell, André Malraux, el mítico fotógrafo Cappa, Hemingway… Otros eran hombres comunes, cuyos nombres se pierden en el tiempo o en el recuerdo de esas familias que cada vez los recuerdan menos, pues la muerte no diferencia entre republicanos o nacionales.

Conocí a algunos de esos hombres comunes el sábado. La organización de brigadistas, hijos de la guerra y exiliados españoles de Londres prepararon un evento conmemorando esos días: “¡Viva la República!”. Se sucedieron documentales, poesías, charlas, venta de objetos conmemorativos, confesiones de testigos… Fue algo agridulce. Dulce porque los ves en su mundo, reconocidos por sus familiares y amigos, charlando, abrazándose e incluso emocionándose con aquellos años, con un sufrimiento que marcó sus días. Y agrio porque nadie escapa al tiempo. Son cada vez menos los que quedan: el tiempo se los acaba tragando a todos. Ver a estos antiguos voluntarios, a esos niños envejecidos, con su mirada sonriente y perdida, sus pantalones de pana, algunos de ellos con boinas vascas, apoyados en sus bastones… entristece. Es obvio que el tiempo puede con todos nosotros. Pero quizá lo más triste es ver que quizá también puede con los sueños. Que no alcanzaron ni alcanzarán aquello por lo que lucharon. A cambio, tuvieron la tortura de que ese recuerdo, la trágica y mítica hora de la guerra civil, se convirtiese en el recuerdo central de su vida. Son seres sin importancia pero que, aún siendo vencidos, estando envejecidos, tienen en sus ojos la dignidad y la honra del que ha soñado, del que se ha atrevido a lanzarse a por aquello que creía.

Thursday, April 24, 2008

Encuentro con la biología animal y vegetal


Este post viene inspirado por el fantástico blog de Sensualista, por una conversación con una amiga tiempo ha (T., lo prometido es deuda), y por un día de primavera.
Estas cosas suceden de improviso. Uno se levanta, se ducha, desayuna viendo los periódicos digitales, sale de casa, toma el tren… y cree que se enfrenta a otro día normal. Pero debía haberlo sospechado. Era distinto: hacía sol y la temperatura era más agradable.
Empezaron a suceder cosas extrañas. Comencé a comportarme de manera rara. Al llegar a la British Library, en el momento de escoger sitio… en lugar de hacerlo en una mesa en el hall, donde hay mas luz natural e incluso flexo… me vi “tomando posiciones” en un pupitre sin flexo, sin apenas luz natural… pero con unas “vistas” más que interesantes. Empezando a leer el primer libro, ante la poca luz, pienso en lo que había hecho y me digo: “Que cosas tienes, Bobby”. No le doy importancia al asunto, lo veo como una mera anécdota.

15.00 p.m. Tras tomar el metro, llego a la peluquería, donde tenía cita. Es una academia de peluquería donde es más económico pelarse… pero parece que es una escuela de prestigio. Está llena de chinitos, chinitas, japonesitos, japonesitas y gente de todas las nacionalidades mejorando sus cualidades con la tijera. Muchos de ellos parece que tienen buena posición económica, e incluso vienen con intérprete. Bien. Siguieron sucediendo cosas extrañas: mientras que me pelaba una coreana, Yujin, a su lado estaba una intérprete, también coreana. Mientras que Yujin estaba, tijera en mano, tratando de darle sentido a mi enorme cabeza… yo entablé conversación con la intérprete. Se llamaba “Moon” (“luna” en inglés), y tenía la belleza de esas orientales que en aquellas películas de Hollywood hacían perder la cabeza a los marinos americanos. Llevaba tres años en Londres, había vivido en Marruecos, conocía Granada y las cuevas del Sacromonte, amaba la paella, el flamenco… ¡pero bueno!, me dije a estas alturas… ¡cualquiera pensaría que le estoy tirando los tejos a la chica! Y seguramente, sin darme cuenta, lo estaba haciendo.

Salí a la calle. Oxford Street. 17.30. Hora punta. Hacía calor. De las tiendas entraban y salían mujeres y hombres; por la calle paseaban mujeres y hombres; pero yo sólo veía a las primeras. Habían dejado atrás el invierno, los abrigos, los jerseys, los impermeables londinenses… habían llegado las camisetas con tirantes, las faldas y otros elementos de la vestimenta femenina tan perniciosos para los ojos de los hombres.

Debo escapar de aquí, pensé. Caminé hacia Marble Arch… y crucé a Hyde Park. Atravesé el parque hacia el sur… pero no sirvió de nada: en el césped, apoyadas junto a los árboles, junto al lago, paseando a perros, dando de comer a las ardillas, haciendo deporte, montando en bicicleta… estaba acorralado por mujeres.

La primavera había llegado. De improviso. Lo tenía que haber sospechado. El primer aviso fue aquel día en la biblioteca de la LSE cuando, al andar, me llevé por delante a una chinita por estar mirando a una chica en el otro lado del vestíbulo.

Le ha costado. Hemos tenido nevadas, vientos y, por supuesto, lluvia. Pero la primavera ya está aquí. Y uno, a sus treinta primaveras (que no veranos), ha perdido el miedo y el pudor a reconocer el placer de disfrutar de la belleza, de los cuerpos, de las miradas, del olor de la carne, de los gestos y, en definitiva, de la sexualidad. Mirar, (con la impunidad de mi soltería) desear y disfrutar de una mujer en todas sus esferas, afortunadamente, ha dejado de ser un tabú. Sólo hay un problema: hoy ha vuelto a llover.

Monday, April 21, 2008

Humor y política

Quién me iba a decir a mí que un tío vestido de falangista iba a tener tanta gracia.

Thursday, April 17, 2008

Una giornata particolare


El buen cine tiene la capacidad de emocionarme. Aunque sea en una sala medio vacía de South Kensington, en un patio de butacas antiguo, rodeado por espectadores de avanzada edad a los que nunca vi el rostro.

Tras un día en la British Library y una rápida conferencia en un congreso de nacionalismo, hoy he ido al cine. He visto 'Una giornata particolare' (¿un día especial?), de Ettore Scola, protagonizada por Marcelo Mastroianni y Sofía Loren.

La película cuenta una historia peculiar. En la Italia fascista, Hitler llega a Roma. Todo un bloque de pisos de cualquier 'quartiere' romano va en masa a ver al Führer y al Duce; un bloque que bien podría ser la sociedad. Sólo quedan tres personas en el edificio: la portera fisgona y cotilla, plasmación de eso ojo que siempre nos mira y censura; Sofía Loren, una madre de familia casi analfabeta, con seis hijos y un marido 'camicia nera', aparentemente volcada con el fascismo; y Marcelo Mastroianni, un locutor de radio apartado de su profesión por su homosexualidad.

Y poco más, o casi nada más, es el guión de este film: él y ella se encuentran, buscan la conversación del uno con el otro. Ambos quieren escapar a un mundo que los margina, que no los tiene en cuenta y que calla su voz. La necesidad de escapar de la soledad, de buscar un abrazo, luchar por un futuro mejor les lleva a un amor perfecto... pero imposible a la vez.
Marcelo Mastroianni nos hace sentir que el cine, a pesar de los años, las ropas de otra época o las lenguas ajenas, es algo humano. Algo que podemos tocar con nuestras manos, que nos puede hacer llorar y que hace que tengamos ganas de abrazar a alguien. Mastroianni tiene ese olor del hombre cotidiano, del hombre común, pero que acaba siendo más héroe que cualquier caballero legendario. Siempre viste con ropa tradicional, sin esperpento, y mira con esos ojos de cualquier hombre, sonríe o se entristece como cualquiera de nosotros. Mastroianni vive las historias que nadie cuenta, que a todos nos pasan desapercibidas. Muchas de las cuales pueden habernos sucedido a nosotros. Quizá esas son las más importantes.

Tuesday, April 15, 2008

El club de la calle del trago

Para que mis lectores se reafirmen en la idea, del todo falsa, de que mi estancia en Londres es sólo asueto, relax y juerga... aquí va este post.

El jueves pasado entré, por primera vez, en un club londinense. No había que ir muy lejos para encontrar el 'Volstead': estaba junto a Picadilly Circus, en una bocacalle de Regent Street de nombre más que alegórico: Swallow Street, la calle del trago.

Londres es la ciudad de los clubes. Son lugares exclusivos, donde los visitantes deben estar inscritos en una lista de espera, previa reserva. Se suele exigir, además del pago de una considerable candidad por la entrada (salvo a las féminas, como siempre), un cierto grado de 'elegancia' o 'vestimenta'.

Y allí fuimos. Yen y yo, mi chino-compañero de piso, fiel amigo en este año, con nuestras chaquetas al estilo londoner. Habíamos quedado con un grupo de gente del que sólo conocíamos a una persona (la chica croupier). Las cosas de Londres: una china, una rusa, un chico de Arabia, tres españolas, y una chica de Manchester a la que no conseguí entender en toda la noche.

Era un sitio pequeño. Pista de baile con alcachofa de brillantes pegada al techo. Luces oscuras. Sin humo. Una pista de baile pequeña con un DJ bastante inspirado. Y alrededor, mesas con botellas de champagne, rodeadas por sofás de cuero negro. Había de todo: mujeres guapísimas con vestidos de gasa, al estilo de los últimos sesenta... rápidamente caí en la cuenta que, por qué no, este pudo ser uno de esos míticos clubs donde Mick Jagger, Keith Richards y, por qué no, alguno de los Beatles (quizá George, el más juerguista), desplegaban noches de desenfreno con chicas, drogas y mucho rock n' roll.

El rock había desaparecido. Pero supongo que seguían los bailes sexys, los restregones de calor y de pieles sin pedir nada a cambio. También las conversaciones a gritos, repetidas una y otra vez al no ser oidas. Y por supuesto, las peleas, típicas de este gran país donde me encuentro.

Fuimos de los últimos en abandonar el local. Nos tocó llevar a la chica china y a la chica de Manchester a casa o, mejor, a un taxi. Yo seguía sin entender nada de lo que me decía, mientras que las agarrábamos para que se mantuviesen en pie.

Además de para vivir una noche peculiar... la ocasión sirvió para algo. Comprendí por qué la mayoría de las mujeres inglesas no me atraen demasiado. Me arriesgo a volcar mis reflexiones en este blog, aún teniendo presente precedentes en que las mujeres que lo leen me asestaron severos correctivos. Por regla general, las mujeres inglesas, en estas noches, van vestidas para impresionar... demasiado; maquillajes que llegan hasta el cuello y se esconden tras las orejas; faldas tan cortas y escotadas que son más resultonas que atractivas; y unos tacones de punta fina que, todo sea dicho, no aciertan a manejar con demasiada naturalidad. A mi tercera cerveza en ese club caí en la cuenta que son tan exageradas en su vestir que bien podrían ser hombres.

La noche se cerró con esta reflexión. La mañana se abrió con otra: no volver a hacerlo. A las 9.00 estaba saliendo, ibuprofeno en boca y café en estómago, vía British Library. Ahora, desde la siempre calma West Norwood, espero vuestros comentarios.

Wednesday, April 09, 2008

JJ


Tranquilos todos: no es mi hijo el que tengo en brazos. Todavía no me ha llegado la madura edad para dar el paso y tampoco he encontrado a la tierna víctima con quien tener descendencia. Por extraño que parezca, es mi primo.

Sí: "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida", cantaban los cubanos Buena Vista Club Social. Y es que por ahí van los tiros: su nombre es Juan José, más conocido como "JJ". Nació en Cuba y tiene sólo 18 meses. En esa fugaz semana en Granada tuve la suerte de conocerlo, así como a su madre, Alina.

Seguramente detrás de la sonrisa de JJ hay una historia triste, en la que mi sangre ha tenido mucho que ver. La pobreza llega a nuestras orillas... pero a veces somos nosotros los que llegamos a las suyas. El resultado es inquietante, tiene varias caras y medidas.

Pero me quedo con la imagen de este nuevo primo mío cuando, a primera hora de la mañana, justo al levantarme, me lo encontré en la cocina bailando al ritmo de la canción improvisada por mi madre. Se revolvía sobre sí mismo, agitaba los brazos, movía las caderas, sonreía y clavaba sus ojos alegres en nosotros. No tenía miedo: abrazaba a los perros y trataba de cabalgar sobre ellos. A día de hoy no sé en qué orilla terminará pasando sus días; como tampoco sé, a veces, qué orilla es más sucia.

Monday, April 07, 2008

Nieve / Snow


Justo después de una semana de calor, refugiado en la British Library Newspapers de Colindale, llegó el fin de semana. Y con él, el frío y otros amigos que vinieron a visitarme. Enseñar Londres en un día y medio es complicado. Quizá lo mejor es pasear por la ribera del Támesis. Eso hicimos el sábado, desde Westminster hasta llegar a la City of London. Caminando, escuchando a los músicos tocar, oyendo todas las lenguas del planeta, viendo a todos los mimos de la ciudad, y atendiendo a cómo el tiempo cambia poco a poco. Refugiados en la orilla sur, con la ciudad al frente, acorralados por los aviones que no cesan de perforar el cielo de Londres, entre unas nubes que a cada hora se hacen más densas, más espesas... hasta que el sol desaparece.

A la mañana siguiente West Norwood apareció nevado. Las calles estaban desiertas, los trenes vacíos y el silencio se imponía en la calle. Fue entonces cuando tomé esta foto: cuatro vías que no se tocan, que se pierden al final de un corredor, flanqueadas por unos árboles helados que nunca podrán ser más altos que el horizonte.

Friday, April 04, 2008

Una noche cualquiera


Como siempre que voy a Granada, no tengo tiempo para nada. Son unos días relámpago, que pasan volando, donde apenas no tengo tiempo de llamar a nadie, que pasan como un sueño rápido e intenso. A la vuelta tengo tiempo de digerir todo. Como lo que pasó la noche del sábado.

El sábado fue una de esas noches que parecen normales, un más. Pero en realidad, cuando uno lo piensa, suceden demasiadas cosas y, mirado desde una cierta distancias, cae uno en la cuenta que el esperpento fue el protagonista. Ahí van algunas pinceladas para los lectores: algunos estaban allí y otros no; en todo caso, podría pasar a cualquiera. Disculpad el desorden, pero el alcohol, el humo y el bullicio me hace imposible recordar tiempos.

La primera parte sucedió en "Aterriza como puedas", un bar tan entrañable como su nombre, divertido y peligroso.

- Mientras que un amigo probaba todas las esquinas y paredes del bar con una víctima, Alex y yo nos encontramos en el servicio con una chica. Las pupilas más dilatadas que Garfield, y un poco tocaílla. Muy guapa, consiguió comentarnos que no había papel en el servicio de señoras. Le respondí que qué se hacía entonces, que si se pedía papel en la barra... que no sabíamos muy bien, pues 'tu sabes, somos tíos'. A lo que ella, apoyada en la pared, espeta: 'tios, tios... en todo caso primos o hermanos' (lo decía en serio).

- Mientras que mi amigo seguía retozando por las esquinas, y todos comentábamos la jugada, lo pasábamos de cine. Y hablando de cine: mientras que las copas y las charlas caían por doquier, en el bar se proyectaba 'El guateque', la mítica película de Peter Sellers.

Cuando mi amigo terminó de visitar las esquinas del bar, huyó a su casa. Los que quedamos nos fuimos al 'Sugar Pop'. La gente, surrealista. Pero lo más surrealista la salida y vuelta a casa. Quedábamos Fernando y yo. Justo en la puerta vemos al mítico cantante de Lagartija Nick, antiguo bajista de 091. Con unas copichuelas de más, decidimos acercarnos:
- 'Tío, lo habéis bordao con el último disco', le digo.
Al hombre le alegramos el día y la semana. Muy amable, con los ojos un poco danzarines, nos lo agradece y se muestra cariñoso. Pero yo, decido darle más carrete:
- ¿Te has dado cuenta que han pinchado 'Estratosfera'? (uno de los temas más míticos de Lagartija Nick).
¿Su respuesta? '¿Ah si? Bueno, es que yo intento inhibirme'.

Caminamos al coche. Bajamos Emperatriz Eugenia, llegabamos a la Plaza de Menorca y... vemos a un corrillo de tres guitarras y 7 u 8 personas cantando como posesos a las 5.30 de la mañana. Desgañitados, coreaban de principio a fin 'Agradecido' del Rosendo. Y por supuesto, como nuestra ciudad es lo que es, todo el que pasaba por allí se sentía interpelado a cantar y a dar palmas. Pobres vecinos... pero que ambiente.

Y nos subimos al coche. Fernando llevaba dos horas a base de coca-colas. Pincha a el gran Quique González. Entonces, las típicas conversaciones: que bien lo hemos pasado, viste a cual o a tal, mira que nuestro amigo no lo entendemos, bla, bla, bla. A todo esto, pasando por el Hotel San Anton, pues lo típico: vemos a un hombre con los pantalones bajados, gallumbos enfundados eso sí, andando y tambaleandose por la calle. No hablaba con nadie, no enseñaba nada... solo andaba con la mirada perdida.

En fin, trozos de una noche, una de esas tantas que tantos habréis tenido y que, en la distancia, superan cualquier previsión y nos hacen difícil dejar nuestra casa. No sé cuántas llevo ya: noches y despedidas. He perdido la cuenta.

Wednesday, April 02, 2008

Canciones para escapar (V)

I haven't really ever found a place that I call home
I never stick around quite long enough to make it
I apologize that once again I'm not in love
But it's not as if I mind
that your heart ain't exactly breaking

It's just a thought, only a thought

But if my life is for rent and I don't lean to buy
Well I deserve nothing more than I get
Cos nothing I have is truly mine

I've always thought
that I would love to live by the sea
To travel the world alone
and live my life more simply
I have no idea what's happened to that dream
Cos there's really nothing left here to stop me

It's just a thought, only a thought

But if my life is for rent and I don't learn to buy
Well I deserve nothing more than I get
Cos nothing I have is truly mine

While my heart is a shield and I won't let it down
While I am so afraid to fail so I won't even try
Well how can I say I'm alive

If my life is for rent...