Saturday, November 25, 2006

La Historia de España en Canadá (primera parte)



El segundo fin de semana de noviembre tuve la oportunidad de encontrarme con la Historia. Ese día, conocí a Federico Arcos. Es un anarquista español que, a pesar de los años y de toda la historia del siglo XX, vive en la fronteriza ciudad de Windsor (Canadá). Su vida forma parte de la triste historia de España.
Julie Herrada, archivera de la Biblioteca de la Universidad, fue quien se ofreció a presentármelo. Fue un sábado cuando cruzamos la destartalada ciudad de Detroit y, tras pasar por el túnel bajo el río del mismo nombre, llegamos a Windsor. Federico nos esperaba.
La casa de Federico era sencilla. De limpieza impecable, estaba rodeada de carteles anarquistas, placas conmemorativas y fotos sepia de su propia vida y de la de otros compañeros. Era un hombre que había entregado su vida al anarquismo, y en su vejez quería ser enterrado junto a él. Tampoco esperaba a nadie: excepto un sillón, todos los demás sillones, sofás y sillas estaban cubiertos de libros, periódicos, revistas políticas…
Subimos a la biblioteca. Lomos de libros con las palabras “anarquismo”, “anarquistas”, “CNT”, “Durruti”, “FAI” cubrían la habitación desde el suelo hasta el techo. La fotografía de Sacco y Vanzetti, flanqueados por sus compañeros antes de la sentencia definitiva, reflejaban la sobriedad y la dignidad de los hombres comunes. Pero los anarquistas también tienen sus mitos: varias fotografías de Durruti y de Emma Goldman, ambas con mirada serena, definían todavía más la biblioteca.
Federico se sentó y reveló sus ganas de hablar y, sobre todo, de ser escuchado. Cometí el error de preguntarle por la Guerra Civil…

- ¡¡¡No!!! –gritó-, ¡en España no hubo una Guerra Civil, hubo una revolución! ¡Miente quien diga lo contrario!
-
La fe en sus convicciones le permitía borrar el pasado de otros españoles que, como él, también tienen derecho a recordar su amargo pasado. La Historia no es sola suya. Ni de nadie.
Después, prosiguió su relato: había nacido en Barcelona, dentro de una familia de obreros de la industria textil. Se hizo anarquista a los 16 años. A mi pregunta de por qué comenzó a militar en el anarquismo, me respondió apresuradamente, atropellándose en sus palabras, como quien recitase una lección aprendida y mil veces contada a los historiadores y curiosos:

- Mi abuelo era anarquista, mi abuela era anarquista, mi padre y mi madre eran anarquistas, mis cuatro hermanos eran anarquistas, incluso mis dos hermanas eran anarquistas.

Después prosiguió relatando huelgas y protestas durante el periodo republicano… hasta que llegó al día de la revolución:

- Me desperté con las sirenas de las fábricas, al amanecer.

Emocionado, relata, otra vez atropelladamente, cómo tomaron la fábrica, cómo, codo con codo, organizaron la producción, gestionaron el abastecimiento de los alimentos… hasta que, cada vez con una voz más temblorosa, afirma:

- Compartíamos la comida, todos éramos iguales, todos teníamos suficiente, no pasábamos hambre, existía un compañerismo, estábamos unidos, existía solidaridad…

Y con un tono cada vez más partido, resquebrajado por la añoranza, gritó:

- Ahora se preguntan si “otro mundo es posible”, y dicen que no, que no lo es; ¡¡sí es posible!! ¡¡Nosotros lo hicimos posible!!

Sus brazos temblaban, su cabeza no paraba de girarse, las lágrimas se agolpaban en su cara, y su voz estaba tan enrojecida como su piel. Y entonces, en tono mas bajo, casi suplicando, rompió a llorar mientras que afirmaba:

- Y desde entonces, mi vida han sido esos días. Mis amigos han ido muriendo, también mi compañera, y ahora sólo quedo yo, rodeado de estos libros y recuerdos.

Julie y yo no sabíamos que hacer. Julie lo abrazó, lo animó, y mostró su admiración por su sensibilidad. Yo no podía permanecer impasible.

- Si otro mundo no fuese posible, no estaríamos aquí, Federico, afirmé.

Todavía no sé si mi frase era un compendio de diplomacia o un manojo de convicciones. Quizá ambas cosas.

2 comments:

N said...

Mil dudas y mil convicciones se me unen ante "otro mundo posible". Todo llega y todo pasa, nosotros decidimos o influimos en el como. Espero la segunda parte.

Anonymous said...

Es muy complicado dar respuesta a la memoria y las verdades ajenas. Yo creo sinceramente en la historia de la fábrica. Pero por encima de ese sentimiento de solidaridad mesiánica y casi infantil que conmueve del anarquismo, por encima, digo, hay dos elementos tan simples como el tiempo y el espacio. Cambios tan profundos sólo son posibles en espacios reducidos (la fábrica, la comuna...) y en tiempo determinado (el golpe de estado franquista no nos dejó saber cuánto habrían aguantado los anarquistas catalanes).
Sigue escribiendo pichón.