Tuesday, March 20, 2007

Vosotros


Lo cotidiano es lo que nos hace amable la vida. Quizá por eso, tratando de explicar los buenos o malos momentos que nos acompañan, olvidamos nuestro mundo más inmediato. En él están los amigos.

En Ann Arbor, lugar donde el aburrimiento nos arrincona contra las paredes heladas o nevadas, también he encontrado alguno. Cuando llegué a comienzos de octubre, quizá con la mente más puesta en mi vuelta que en aprovechar los días aquí, no di demasiada importancia a la gente que encontré. Seguramente los veía como algo pasajero y me veía completado en otros sentidos: hombres y mujeres tenemos una capacidad innata para el conformismo y la forma de concebir la amistad vuelve a dejarlo claro.

He tomado más contacto con ellos tras navidades. La mayoría son españoles. ¿Quién puede haber dejado España para trabajar en un sitio como éste? ¿Qué tipo de persona deja su familia, lo ‘maravilloso’ que es España y pasa año tras año enseñando español o haciendo la tesis en la Universidad de Michigan? Este fin de semana, de copas (donde se tienen las conversaciones más reales y auténticas), hablaba con uno de ellos: Roberto. Castellano de pro, de Burgos… coincidíamos que, del grupo de españoles que anda por aquí, NADIE ES NORMAL. “El que mejor está está como una regadera”, decía. Yo no los definiría tampoco como eso (bueno, a algunos sí). Son seres extraños. Inmigrantes voluntarios a la catedral del imperialismo. Gentes que dejan la sociedad española para recabar en la sociedad de la soledad. Hombres y mujeres que, al poco de llegar aquí, saben que nunca volverán a ser “Españoles auténticos”: nada volverá a ser igual. Estarán condenados a ver la vida de una forma diferente, al inconformismo, a ser minoría en cualquier sitio –incluso en España-.

Y luego, siempre, los amigos y las amigas de España. Ellos, con la familia, son aquello que me hace recordar, estar presente a la vez en Granada. Sus recuerdos se mezclan con mi vida aquí haciendo que, efectivamente, comprenda que el mundo es uno pero es apasionantemente variado. Por unos y por otros, a la salud de una cervecita en cualquier club de Manhattan, mi amigo y Alex y yo –que viene a visitarme el viernes-, bridaremos entonando aquella canción de Serrat:


Mis amigos son unos atorrantes.
Se exhiben sin pudor,
beben a morro,
se pasan las consignas por el forro
y se mofan de cuestiones importantes.

Mis amigos son unos sinvergüenzas
que palpan a las damas el trasero,
que hacen en los lavabos agujeros
y les echan a patadas de las fiestas.

Mis amigos son unos desahogados
que orinan en mitad de la vereda,
contestan sin que nadie les pregunte
y juegan a los chinos sin monedas.

Mi santa madre
me lo decía:
"cuídate mucho, Juanito,
de las malas compañías".

Por eso es que a mis amigos
los mido con vara rasa
y los tengo muy escogidos,
son lo mejor de cada casa.

Mis amigos son unos malhechores,
convictos de atrapar sueños al vuelo,
que aplauden cuando el sol se trepa al cielo
y me abren su corazón como las flores.

Mis amigos son sueños imprevistos
que buscan sus piedras filosofales,
rondando por sórdidos arrabales
donde bajan los dioses sin ser vistos.

Mis amigos son gente cumplidora
que acuden cuando saben que yo espero.
Si les roza la muerte disimulan.
Que pa' ellos la amistad es lo primero.

2 comments:

Anonymous said...

Y apostillaría también con otra de Serrat: Decir amigo/ es decir vino/ guitarra, trago y canción.

Abrazos.
Pepo

Anonymous said...

Pues yo en estos casos me acuerdo de los Manolos en plan lolailo:

Amigos para siempre
Means you´ll always be my friend
Amis per sempre
Means a love that will never end
Friends for life
Not just a summer or a spring
Amigos para siempre

Ay, a ver si vienes ya, que volver a Graná y no tenerte pa tapear y salir...

Besos y recuerdos a Alex