Tuesday, May 22, 2007

En el nombre del "Pastor" (I)


Hace un par de domingos visité una Iglesia en Michigan. Era uno de los lugares que me faltaban para intentar comprender el país occidental donde la religión es más importante. Me lo propuso George Kempf, un amigo americano. George tiene 75 años, dos rodillas artificiales, piel rosa, pelo blanco, bastantes kilos y algún que otro infarto encima. Sus antepasados eran alemanes: llegaron al país a comienzos del siglo XIX. Seguramente entre ellos se encontraban los primeros fundadores de Ann Arbor (fundada por alemanes). Quizá debido a esta emigración germana se explica que en el Medio-Oeste americano los luteranos tengan tanto peso.

George pasó a recogerme a las 10 de la mañana. Llegamos a una iglesia en mitad del campo, rodeada de granjas, campos de trigo verdecidos y un sol radiante. A lo lejos, sola, la iglesia. “¡Qué antigua!”, exclamé. “¡Sí, fue construida el siglo pasado!”, respondió George.

Era una iglesia pequeña. Justo al entrar, George me presentó a… no recuerdo su nombre. Era la mujer del “pastor”. Pelo largo y por momentos más canoso. Falda larga de flores, rebeca blanca con una gran cruz cubriendo su pecho, gafas de otra época, y sonrisa iluminada de oreja a oreja. Tras presentarnos, me espetó, cual santo y seña: “Así que, Miguel, ¿tú también has sido salvado por Dios?”. Desde mi formación cristiano-católica, donde todos tenemos la conciencia de ser pecadores hasta que no se demuestre lo contrario, sonreí: “Claro", respondí. Ella sonrió y me consideró uno de ellos.

Tomamos asiento. George me dio dos avisos. El primero:
-“Si durante la ceremonia me levanto y me voy, no te preocupes; voy al servicio, tengo problemas de próstata”.
El segundo:
-“No puedes comulgar si no eres luterano. Espero que no sea para ti un inconveniente”
-“Ninguno”, agregué.
Apareció el pastor. Un hombre joven, más joven que su señora esposa. Completamente alemán: rubio-pelirrojo, con perilla, delgado (¿serán los curas luteranos delgados?), con gafas también de otra época.
No quiero detenerme demasiado en la ceremonia. Decir tan sólo que prestaban más atención al evangelio (cuatro lecturas en lugar de tres), y que en la predicación –muy larga-, el pastor cambiaba el ritmo del discurso constantemente, daba golpes sobre el púlpito… muy teatral, pero eso me gustó. No era el “mono-tono” de la mayoría de las misas en España. Un ejemplo: “¿Creeís en Jesús? Pues si es así, escuchad su palabra, porque es él el que habla” (antes de leer una lectura). Ah, otro detalle: George se levantó dos veces durante la ceremonia.

La misa acabó tras una hora y media de duración. Entonces George me quiso llevar al cementerio de la iglesia. Situado a la espalda, es un reflejo más de que la vida de muchos americanos gira en torno a la religión. George me contó su historia: nació en una granja cercana, fue bautizado en esa iglesia, allí hizo la comunión, también allí fue confirmado, entre sus muros también se casó… y en el cementerio estaba su familia y su propia fosa esperando el fin de sus últimos días. “Kempf” aparecía grabado sobre unas pequeñas lápidas grises. Vimos la tumba de su mujer, la de sus padres, las de sus abuelos, y también la de un hijo de George que se suicidó con sólo 19 años. Sobre todo aquello, el cielo protector de los que creen, como mi amigo George, que la vida no es más que un tránsito a la eternidad.
Dejamos el cementerio y fuimos a la casa del “Pastor”, casi adosada al templo. George había organizado el día a la perfección. Comeríamos con el clérigo y su esposa. Y así fue. No sin antes pasar por la pequeña granja donde nació George, a pocos kilómetros de la iglesia. Un espacio casi abandonado, en mitad de la nada, donde el silencio cubría los campos… por aquellos caminos de tierra comprendí que, aunque llevo muchos meses por aquí, no había visto hasta entonces los campos eternos de Michigan. Excepcionales.

George nos invitó a comer en el “Outback”. Un sitio de carne estupenda. Mi pobre amigo estaba tan grueso que su vientre chocaba con la mesa donde nos acomodaron. Lo más interesante del día fue la figura del “pastor”. Intentaré desgranarla en el próximo post, para no aburriros…

3 comments:

Anonymous said...

Sigue contándonos experiencias "religiosas" porque todo este tipo de religiones salidas de la cristiandad me producen muchísima curiosidad...

¿La zona donde estás es de Iglesia Unitaria? Wright fue criado en ella y en su autobiografía reflejaba ciertos tintes educativos que me resultan curiosos.

Cuéntanos más...

Anonymous said...

Muy Buena la historia, Miguel, es un gustazo leerte. Cuéntanos más del pastor, me produce mucha curiosidad imaginarte allí. Desde luego, si aquí los curas me llevaran a comer chuletones lo mismo hasta me animaba y me bautizaba.

No, en serio, cuéntanos más, es una historia "harto entrañable". Un abrazo muy grande.

Fernando.

Bobby said...

Aquí hay de todo: luteranos, baptistas, anglicanos, católicos, evangelistas... hasta la cienciología! (hay una casita para estudiar las escrituras justamente frente a mi casa). Y también hay unitarian church. De dónde era Frankie L. Wright?