Sunday, June 17, 2007

Chicago, fin de escena




… y vuelta a Ann Arbor después del viaje a Chicago. El último día y medio en Chicago fue espectacular: tour en barco por el río, navegando entre rascacielos. Luego, largo paseo por el centro (‘The Loop’, ‘The Magnificient Mile’), subida a rascacielos (John Hackock Tower, Sears Tower), museos (Instituto de Arte de Chicago)… pero quiero destacar dos cosas especialmente.

Jueves noche. Tenía que escoger entre blues y jazz. Aposté por esto último. Tomé un tren hacia el norte y llegué al mítico “Green Mill”. Es un local que lleva funcionando desde principio de siglo, con un ambiente de los años 20, donde todas las noches hay jazz en directo. De hecho, era uno de los lugares favoritos del mismo Al Capone. La atmósfera era espectacular, era como trasladarse al pasado: gente bailando jazz y swing, músicos empleándose a fondo y descansando para tomar un trago de whiskey, hombres con sombrero, mujeres con vestidos de otra época, y muchos solitarios (como yo mismo) apoyados en la barra tomando whiskey o cualquier cóctel. Mucho humo. Me tocó sentarme junto a un tipo grande, gordo, rapado, con chaqueta y corbata azules, fumador de Marlboro (Light), que no hablaba con nadie… y que bien podía ser un jefe del hampa de antaño. Después de dos whiskeys, pues qué otra cosa se puede beber en un bar así, volví a casa. Afortunadamente había metro todavía a esas horas.

Viernes mañana. Había algo que no podía dejar escapar. Ver algún edificio de Frank Lloyd Wright. Tenía que seguir los consejos de Awen. Mi tren era a las 12.15. A las 10.30 bajaba de la Sears Tower, tercer rascacielos más alto del mundo. Y me dije: “qué cojones”. Metro al canto y traspuse a la vieja, tranquila y LEJANA localidad de Oak Park. Allí estaba la casa y el estudio de Wright, además de una treintena de edificios que realizó en su primera época. Todo tan cerca de mis ojos… pero sólo podía visitar uno: me decidí por el Templo de la Unidad, quizá una de sus primeras obras importantes (en la foto). Increíble, un nuevo concepto de arquitectura. Pero como sucede con todas sus obras, hay que interactuar con el edificio, estar allí, ser actor para comprender y sentir qué es realmente lo que tenemos delante. Quizá de lo mejor del viaje. Todas estas impresiones… en 10 minutos. Volví corriendo a la estación de metro, corrí también al albergue donde tenía mi maleta, y volé hacia la estación. Por supuesto, perdí el tren y tuve que esperar hasta las 6 de la tarde al próximo. Más paseos por la “Wind City”. El tren llegó con una hora de retraso a Ann Arbor, pasada la medianoche. Ah, RENFE, qué gran compañía.

Pese al poco tiempo en la ciudad, dejo en Chicago muchas cosas. El volver a encontrarme en un viaje solo, toda una ciudad para mí, con tantas cosas por hacer, por ver y por descubrir por mí mismo, bajo mi libre elección. Pensar, estar solo, mirar hacia atrás y hacia delante. Ver el camino recorrido me anima, pero ver el futuro todavía más. Y tengo claro que en ese futuro, esta vez, no faltará el blues. Volveré a Chicago. Entonces, quizá recuerde estos días con una ligera sonrisa.

2 comments:

N said...

Me apunto al próximo, vas a ser un guía de excepción.

Anonymous said...

Jo, que envidia, y con Wright!!! Tengo que ir como sea un verano, coger una furgo e ir persiguiendo cada casa y edificio de Wright... ¿te apuntas?
PD: ya te queda nada para estar con nosotros...