Tuesday, June 26, 2007

The End?



A menos de una hora de salir para el aeropuerto de Detroit. Estos dos últimos días han sido agridulces. Deshaciendo una vida, desmontando una casa, haciendo la maleta, cerrando una puerta para abrir otra, pasando página. Cada papel, cada mueble, cada fotografía colgada, cada caja de cerillas de un bar, cada esquina de Ann Arbor en estos últimos días, son como una puerta en el tiempo para contemplar el año que he pasado aquí.

Comencé a escribir este blog con motivo de mi llegada a Ann Arbor, animado por mi amigo Esteban. La verdad es que me he encontrado cómodo compartiendo impresiones, sentimientos, anécdotas, polémicas o cualquier tontería. Se cierra la puerta de mi vida aquí. Me pregunto si también debo cerrar este blog. ¿Será este el último post?

Saturday, June 23, 2007

Un hombre cualquiera


Mi amigo George es una persona común. Uno de aquellos hombres cotidianos que, con sus grandezas, miserias y contradicciones, construyen el mundo.

George es un hombre de su tiempo. Hoy tiene 78 años, dos rodillas artificiales, dos operaciones a corazón abierto y sobrepeso. Ha presenciado más de tres cuartos de siglo de historia de los Estados Unidos. Y el mundo que le rodea, siempre pequeño, se le escapa de las manos. Mi amigo George entiende que negros y blancos deben estar separados; pero su nieta, de 16 años, se empeña por defender su amor con un chico negro del Instituto. Mi amigo George cree en la paz; pero siente que América está en peligro y la guerra puede estar justificada. Mi amigo George desea ver el mundo; pero me reconoce que, por su vejez, es muy tarde para viajar.

George Kempf es de origen alemán. Su familia llegó a Michigan a finales del siglo XIX. El único rastro de su ascendencia europea es su sangre, su apellido y su religión luterana. Nació en una granja hoy cercana a Ann Arbor. Hijo de granjeros, desde pronto quiso escapar de la vida rural. Trabajó toda su vida vendiendo ropa de hombre.

Conoció a su mujer en la calle Main. Ella trabajaba en una tienda de ropa de mujer justo enfrente. Un día la invitó al cine. Ella aceptó. Dos días después, la invitó a la bolera. Todo siguió su curso y estuvieron 38 años casados. Según mi amigo George, sólo tuvieron dos discusiones fuertes. Parece que fueron felices. Tuvieron tres hijos varones. Buscaban una hija pero nunca llegó. Uno de sus hijos, con tan sólo 17 años, decidió poner fin a su vida. Todavía la tragedia queda patente en la voz de George cuando lo recuerda.

Un día George enviudó. La soledad lo liquidaba. Un par de meses después de la muerte de su mujer recibió una llamada de una vieja amiga, Nancy, también viuda. Los dos matrimonios salían juntos frecuentemente:
-¿Cómo lo llevas?
-Bien, respondió George.
-Es un infierno, ¿verdad?, replicó ella.

George y Nancy comenzaron a compartir tiempo juntos. Al principio esquivaban la soledad compartiendo el almuerzo. Después compartieron las cenas. Y finalmente, compartieron una segunda vida. Optaron por no casarse: él perdería la atención médica gratuita del hospital universitario y ella su pensión.

Hicieron proyectos juntos: George compró una casa junto a un lago, pero casi no pudo disfrutarla con Nancy. Su salud era débil y sus hijos siempre fueron distantes. Diabética, un día tuvieron que amputarle las dos piernas. Dejó su casa y la trasladaron a una residencia. George siguió a su lado, visitándola cada día. Un día, mi amigo la acompañó dándole el almuerzo. Después, tuvo que marchar a misa. Ella le suplicó: “por favor, vuelve después”. Él no lo hizo. Esa fue la última noche de Nancy, y el bueno de mi amigo George confiesa que nunca cesará de culparse por faltar a su promesa.

Seguramente mi amigo George, del que en estos días me despediré para siempre, es un hombre como otro cualquiera. Con una vida cualquiera, viviendo en un lugar cualquiera. Con los defectos y virtudes de cualquiera. Es un ser humano. Y le echaré de menos.

Thursday, June 21, 2007

Amiguetes


Ya quedan pocos días. Hoy, me ha aparecido en el salvapantallas de windows esta foto. Y claro, uno recuerda buenos momentos, recuerda a los amigos, y atisba más cerca que nunca la ilusión de volver a verlos. El otro día Alex me confesó que, en una reunión cervecera con Andrés y Fernando, pusieron una silla vacía junto a ellos, colocaron un vaso de cerveza y hablaban con ese "ente" como si fuera yo. Hasta me dirigían la palabra y cosas así (me servían cerveza, contestaban como si fuese yo, etc.). Y creo que fue entre la segunda y tercera cerveza. No sabéis las ganas que tengo de veros a todos y estar con vosotros. Pero estáis mal de la cabeza. Nada cambia.

Monday, June 18, 2007

El pasado oscuro de los políticos

Pasado y presente de una buena imagen.

Sunday, June 17, 2007

Chicago, fin de escena




… y vuelta a Ann Arbor después del viaje a Chicago. El último día y medio en Chicago fue espectacular: tour en barco por el río, navegando entre rascacielos. Luego, largo paseo por el centro (‘The Loop’, ‘The Magnificient Mile’), subida a rascacielos (John Hackock Tower, Sears Tower), museos (Instituto de Arte de Chicago)… pero quiero destacar dos cosas especialmente.

Jueves noche. Tenía que escoger entre blues y jazz. Aposté por esto último. Tomé un tren hacia el norte y llegué al mítico “Green Mill”. Es un local que lleva funcionando desde principio de siglo, con un ambiente de los años 20, donde todas las noches hay jazz en directo. De hecho, era uno de los lugares favoritos del mismo Al Capone. La atmósfera era espectacular, era como trasladarse al pasado: gente bailando jazz y swing, músicos empleándose a fondo y descansando para tomar un trago de whiskey, hombres con sombrero, mujeres con vestidos de otra época, y muchos solitarios (como yo mismo) apoyados en la barra tomando whiskey o cualquier cóctel. Mucho humo. Me tocó sentarme junto a un tipo grande, gordo, rapado, con chaqueta y corbata azules, fumador de Marlboro (Light), que no hablaba con nadie… y que bien podía ser un jefe del hampa de antaño. Después de dos whiskeys, pues qué otra cosa se puede beber en un bar así, volví a casa. Afortunadamente había metro todavía a esas horas.

Viernes mañana. Había algo que no podía dejar escapar. Ver algún edificio de Frank Lloyd Wright. Tenía que seguir los consejos de Awen. Mi tren era a las 12.15. A las 10.30 bajaba de la Sears Tower, tercer rascacielos más alto del mundo. Y me dije: “qué cojones”. Metro al canto y traspuse a la vieja, tranquila y LEJANA localidad de Oak Park. Allí estaba la casa y el estudio de Wright, además de una treintena de edificios que realizó en su primera época. Todo tan cerca de mis ojos… pero sólo podía visitar uno: me decidí por el Templo de la Unidad, quizá una de sus primeras obras importantes (en la foto). Increíble, un nuevo concepto de arquitectura. Pero como sucede con todas sus obras, hay que interactuar con el edificio, estar allí, ser actor para comprender y sentir qué es realmente lo que tenemos delante. Quizá de lo mejor del viaje. Todas estas impresiones… en 10 minutos. Volví corriendo a la estación de metro, corrí también al albergue donde tenía mi maleta, y volé hacia la estación. Por supuesto, perdí el tren y tuve que esperar hasta las 6 de la tarde al próximo. Más paseos por la “Wind City”. El tren llegó con una hora de retraso a Ann Arbor, pasada la medianoche. Ah, RENFE, qué gran compañía.

Pese al poco tiempo en la ciudad, dejo en Chicago muchas cosas. El volver a encontrarme en un viaje solo, toda una ciudad para mí, con tantas cosas por hacer, por ver y por descubrir por mí mismo, bajo mi libre elección. Pensar, estar solo, mirar hacia atrás y hacia delante. Ver el camino recorrido me anima, pero ver el futuro todavía más. Y tengo claro que en ese futuro, esta vez, no faltará el blues. Volveré a Chicago. Entonces, quizá recuerde estos días con una ligera sonrisa.

Saturday, June 16, 2007

Weekend in Sleeping Bear Dunes / Fin de semana en las Dunas del Oso Dormido

El fin de semana del 8 al 10 de junio nos escapamos al norte del Estado. Si en Ann Arbor hace frío, a 5 horas de conducción en coche... os podéis imaginar. Pero eso es en invierno. En esta época del año la zona es algo espectacular. En la punta noroeste de la península de Michigan, junto al lago Michigan, está Sleeping Bear Dunes. Es un sitio plagado de dunas, lagos interiores, bosques, vegetación, fauna. El nombre del lugar viene por una vieja leyenda: hace muchos años hubo un incendio en Wisconsin, al otro lado del lago. Una osa y sus dos oseznos escaparon lanzándose al lago Michigan... comenzaron a nadar hasta llegar a la península de Michigan... La madre oso llegó a la península, y permaneció esperando a sus hijos. No obstante, agotados por el cansancio, acabaron ahogándose justo antes de llegar a la costa. Según los indios, el dios Manitou presenció la escena y decidió levantar dos islas (las islas Manitou) justo donde los dos oseznos perecieron; la madre quedaría inmortalizada, para siempre, en una duna con forma de osa, mirando eternamente al horizonte del lago Michigan.

Thursday, June 14, 2007

Orgia arquitectonica


Si he cometido un error este agno, ha sido no venir antes a Chicago. Lo he dejado para el ultimo momento. Acabo de llegar a la ciudad y estoy destrozado. Despues de dejar la bolsa en el albergue, me he pasado recorriendo el downtown toda la tarde. Impresionante. Ya me lo dijo ayer mi amigo Sergio tomando una Guiness en la terraza del Cafe Felix en Ann Arbor: 'Chicago es una orgia arquitectonica'.

Las lineas, las aristas, el acero, el cemento, la piedra... y sobre todo el cristal se mezclan en los edificios. Los perfiles de esta ciudad estan clavados en las alturas. Fue aqui donde hacia 1885 se construyo el primer rascacielos del mundo. Fue despues de un incendio que liquido la ciudad antigua. Y luego llegaron arquitectos que revolucionaron las historia de la arquitectura, pero tambien la vida moderna: Sullivan, Mies van der Rohe, Frank Lloyd Wright. Todo tuvo lugar aqui.

Chicago se merecia otro 'Poeta en Nueva York'. Aqui la naturaleza esta sepultada: el lago Michigan, espectante, aguarda a la ciudad en su costado y en el invierno la azota con vientos helados. El rio Chicago... no es mas que un pretexto para ser recubierto de puentes, cemento y rascacielos. La hierba, salvo en los parques junto al lago, esta ausente.

Esto no es Nueva York. Es algo nuevo. Los muros y los perfiles de los edificios tienen vida, giran, se agolpan unos junto a otros, bailan, brillan, tiemblan con la luz.

Y todo, en una ciudad tan cargada de historia. Las paradojas de este pais vuelven a manifestarse en una historia que ha quedado oculta: Chicago fue fundada por un frances, un tal La Salle, un hombre de color. Por sus calles se persiguieron Al Capone y Elliott Ness bajo la 'Ley Seca', hasta que el primero fue condenado por evasion de impuestos y murio de sifilis en la calida Florida tras pasar un breve tiempo en la prision de Alcatraz. Tambien a esta tierra llegaba el tren de 'El golpe', en el que Paul Newman y Robert Redford timaban al mafioso 'Lonegan' jugando al poker con una botella de Gordons rellena de agua. Y aqui surgio el blues de Muddy Waters y de tantos otros; tambien aqui llego el jazz, traido del sur por unos negros que buscaban trabajo en una gran ciudad.

La crisis de los agnos 70 no pudo con esta ciudad. Cuando ciudades como Detroit, Cleveland o incluso Los Angeles perdian poblacion y se hacian casi inhabitables, Chicago resistia, como un bastion al norte del Medio-oeste americano. Quiza la musica, la historia, el mestizaje racial de sus poblacion y las torres que delinean su perfil fueron la clave de su resistencia.

Thursday, June 07, 2007

Mi casero / My landlord

Vahan es inmigrante. Nació en Armenia y pasó a Turquía cuando apenas había nacido. Adolescente, vino a los Estados Unidos hace más de 50 años. A pesar del tiempo, todavía se percibe su peculiar acento. Su vida partió de cero aquí: trabajó y trabajó sin descanso. Aprendiz de sastre primero logró, gracias a su esfuerzo y trabajo, montar un pequeño negocio. Intentó adaptarse a esta vida: dejó la religión ortodoxa y se convirtió al protestantismo, se casó con una mujer americana y adoptó el tipo de vida americano.

Ha progresado económicamente. Es dueño de una tienda de ropa de hombre, varios edificios y plazas de parking en Ann Arbor. Y es mi casero. Creo que accedió a mi regateo sobre la renta porque vio que era inmigrante. Cuando apelé a ese motivo para conseguir una rebaja, su cara cambió, dejando ver una mezcla de añoranza y dolor por sus primeros días en su país. Cuando le pregunto por Turquía, a pesar de sus 71 años, todavía sus pupilas tiemblan y su cara añora un pasado, unas caras, unos lugares, una lengua y unos olores que nunca volverán.

Es un negociante nato. Y un trabajador incansable. No alcanzo a saber si ha asumido la cultura trabajadora americana, la traía consigo o se la ha impuesto la vida. El caso es que, pese a que en navidades fue operado de un cáncer, a los dos meses estaba trabajando como el primer día.

Conmigo se ha portado bien. Hacía la vista gorda cuando no podía pagarle el alquiler hasta mediados de mes porque la Universidad de Granada se atrasaba en los pagos. Y ayer mismo, cuando fui a prepararme la cena, comprobé con sorpresa que me había dejado unos trozos de pizza en la nevera. Estos detalles, en la soledad de los 9.000 kilómetros de distancia de Granada, hacen que uno olvide cuando Vahan no ponía la calefacción con toda la intensidad deseable. Y otras cosas.

Es la segunda ocasión que tengo casero. Y en ambas he tenido la mala suerte de tenerlos bastante presentes en la vida cotidiana. Fue el caso de Leonardo en Roma, toda una contradicción: comunista, con la desgracia de ser del Lazio (equipo identificado con la extrema derecha y el fascismo), vendedor de perfumes, fumador insaciable de negro, tenía su oficina junto a mi habitación. Aquí, en Michigan, Vahan tiene su tienda de trajes de hombre y su taller en el primer piso de mi casa. Esto hace que, sin avisar, intente alquilar mi apartamento desde hace tres meses… creándose situaciones esperpénticas. Dos ejemplos:

1. Viernes. 9 de la mañana. La noche anterior habíamos despedido a mi buen amigo Javier. Resaca considerable. De repente:

Vahan: Toc, toc. ¿Miguellllllllllllllllll? ¿Puedo entrar? Alguien quiere ver el loft.
Reacciono aturdido. No distingo si presencio la última conversación de la noche o es la primera del día… respondo:
- Nooooooooooooooooooooo! ¡Dame 10 minutos, por favor!

2. La semana pasada. Tres de la tarde. Calor impresionante. Sudando sin parar, decido darme una ducha. Justo salgo de ella cuando….
-¿Migueellllllllllllllllllllll? ¿Puedo entrar? Alguien quiere conocer el pisooooooooo.
- ¡Noooooooooooooooooooooooooooo! Por favor, ¡nooooooooooooooooo!
- ¿Es un mal momento? ¿Por qué?
- Mmmmmmmmm. Síiiiii. ¡Porque estoy desnudo!
- Ahhhh. Perdón. ¿En cuánto tiempo volvemos?

Tuesday, June 05, 2007

Casi 10 / Almost 10

Esta es la historia de Pol. Un barcelonés, amigo de mi amigo brooklynero-barcelonés-michiganés Sergio (también en el vídeo). Es el camarero del 'Speak Easy', bar del East Village de Nueva York, donde Alex y yo estuvimos un mítica noche (en la que nadie sabrá lo que realmente ocurrió). Otra cara de la inmigración, de los españoles en USA y de la distancia.

Monday, June 04, 2007

La travesía del 'Hurón'


Vivir en Ann Arbor en primavera o verano es descubrir la naturaleza. Y descubrir qué es un río. Tras las heladas y las nieves del invierno, en cuestión de una semana, las flores, las hojas y los animales explotan y reaparecen en el paisaje. Y el sábado pasado tuvimos una buena prueba de ello: Ana (amiga uruguaya ideóloga de la azaña), Sergio, Raquel, Álvaro y servidor… nos embarcamos –nunca mejor dicho- en un viaje en río.
Alquilamos unas canoas en la vecina ciudad de Dexter y pasamos “unas horas” haciendo “canoeing”. Lo que pensábamos sería un paseo de un rato, con picnic relajado y tranquito… se convirtió en un viaje en toda regla por el mítico río Huron (recibe su nombre de la tribu de los “Hurones”, ¿alguien ha visto o leído “El último Mohicano”?). Cuatro horas de trayecto. Toda una aventura.

Paramos a medio camino a comer los bocadillos de turno, visita al “servicio”, etcétera. A mi vuelta, sorpresa: mis malhadados compañeros no estaban y las canoas habían desaparecido. Por supuesto, estaban escondidos cual duchos indios hurones tras las hojas… escucharon en directo mi apelación a su familia.


La naturaleza, impresionante. Verde por todos lados. Vida rebosante… junto a árboles grises, como rocas, caídos sobre el río. Peces, algas, familias de patos, insectos… y lluvia. Sí, a mitad de camino cayó una tormenta impresionante, típica del Midwest. Épico: no sabíamos dónde meternos. ¿Bajo un árbol? Esta sugerencia de Sergio no tuvo mucho sentido… nos mojábamos igual y los rayos rajaban el cielo (bueno, le echo al texto un poco de literatura, ojo). Finalmente todos se pusieron a remar bajo el ritmo de mis gritos: “Remen, remen, remen…” (yo no tenía remo).

Resultado: calados. Destrozados. Pero un día inolvidable. Por supuesto que me acordé del Genil. Y del río Darro, y del Beiro. Tranquilos compatriotas: como los ríos de Granada no hay nada.